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segunda-feira, 23 de março de 2015

Museo y Gastronomía - · en MUSEO, MUSEOGRAFÍA, MUSEOLOGÍA, PATRIMONIO. ·

Es una idea basada en el uso de un espacio del museo local para montar una mesa con elementos suficientes dispuestos para que los visitantes comprendan los usos y formas de disponer la comida, tal y como apuntaban las costumbres domésticas del pasado cercano o lejano. Esta es una idea que se ajusta a muchos y diferentes tipos de museos locales: museos de artes decorativas, de cerámica, de arqueología, etnografía, ciencias, etcétera; en general a todos los museos que exponen piezas destinadas a usos culinarios, gastronómicos o bien que muestran objetos del menaje doméstico de la mesa o del comedor. También es posible hacerlo en casas-museo de personajes ilustres, en las cuales predomine la disposición museográfica de las habitaciones decoradas al uso de su época (period rooms) o formulas similares.



Imagen: Trendland, “Calico Wallpaper”

La exposición requiere disponer de elementos pertenecientes a servicios de mesa de la época que fuere, desde la Prehistoria – la mesa se puede sustituir entonces por una piedra – hasta el presente. Un ejemplo podría ser cerámica de cocina o mesa de un museo de arqueología romana, medieval o de la época moderna. Cuantos más elementos sea posible disponer, el recurso funcionará lógicamente mejor.



Serenah Photography

También es muy importante disponer de un soporte adecuado, es decir, si se trata de cerámica de mesa de época barroca,por ejemplo, sería muy útil disponer de una mesa de comedor adecuada. La exposición puede ser autónoma con respecto a las salas del museo, aun cuando lo más aconsejable sería montarla en una sala cualquiera, en la que hubiera espacio suficiente para ella. Obviamente se puede montar en una sala de exposiciones temporales si la hubiere y, en el caso de las casas-museo que disponen de una espacio de comedor, ese sería el lugar ideal.



Imagen: Mr. Printables, “Play Fruit Templates”

Para montar la exposición hay que disponer las piezas de tal forma que la mesa aparezca como si estuviera dispuesta para que los comensales se sienten a comer; si no disponemos del mueble de soporte de la época, es decir, la mesa barroca o el triclinio romano, lo mejor es recurrir a soportes neutros, actuales, como mesas acristaladas o soportes cúbicos que evidencian que nos son de época, como es obvio. En cualquier caso, los visitantes deberían poder dar la vuelta alrededor del montaje. Los elementos deberían estar dispuestos encima como si se tratara de una mesa, con todos sus elementos. Aquellos elementos de los cuales no se disponga del original podrían ser reemplazados por elementos de réplica debidamente diferenciados (por ejemplo candelabros pintados de blanco para dejar claro que no disponemos de los originales). La exposición deberá mostrar comida dispuesta en los platos. Para ello podemos recurrir a réplicas, pero también podemos utilizar la realidad aumentada o a vídeos en los que se ha filmado previamente los procesos de preparación de la comida.



Fotografía: Sarah Illenberger, “Food Art”

Finalmente, en la exposición no pueden faltar recetas de cocina; la selección debería hacerse mediante el uso de documentación histórica; así, por ejemplo, para la cocina romana hay que recurrir a la obra de Apicio, famoso sibarita gastrónomo de la época del imperio; o bien, para la cocina del Renacimiento habría que recurrir al tratado de 1570 sobre el arte de cocinar de Bartolomeo Scappi, el cocinero del papa Pío V, o a otros similares. Las recetas pueden estar impresas o no; se pueden facilitar mediante códigos QR o marcadores de realidad aumentada, fáciles de visualizar para la mayoría de los usuarios de telefonía móvil.



Imagen: Present & Correct

La mejor forma de dinamizar la exposición es a través de las redes sociales, promoviendo la intervención de restaurantes para que opinen y se impliquen activamente sobre los platos incluidos en las recetas que podamos mostrar; que algunos dietistas hablen de los aspectos relacionados con la salud; que los gastrónomos encuentren platos comparables en otras cocinas del mundo; y que todo esto pueda ser fotografiado y guardado por los visitantes, compartiéndolo a su vez en sus redes. También podemos organizar jornadas gastronómicas en alianza con la asociación de hostelería local: la cocina del Barroco durante una semana, por poner un ejemplo. Naturalmente, cualquier debate o iniciativa debería poder estar en red y el museo debería perder el miedo a que sus visitantes hagan fotografías y las compartan, siempre y cuando esto no vulnere el derecho de artistas ni que con sus flashes puedan perjudicar la integridad física de los elementos expuestos. Todo es poco para atraer a las personas a los museos.



Fotografía: Judit Musachs i Mercè Alfonsea


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