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quarta-feira, 26 de novembro de 2014

Arte e Iluminación · en MUSEOGRAFÍA, MUSEOLOGÍA, TECNOLOGÍA


“Cuando enciendes una vela,
estás creando una sombra”.
Ursula K. Le Guin



Los humanos siempre hemos combatido la oscuridad buscando soluciones que nos permiten ver donde no hay luz. El fuego fue la primera herramienta que facilitó que el humano se despreocupara de las limitaciones que imponía la noche, haciendo posible, entre otras muchas cosas, pintar y observar la pintura en el interior de las cavernas y cuevas. La llegada de la electricidad cambió de forma radical la manera en que las personas percibimos nuestro entorno cuando no existe luz natural, y entonces las sombras dejaron de temblar. Hoy, siglo XXI, las personas peleamos con la luz artificial para conseguir la atmósfera adecuada, una iluminación que sea lo más natural posible, que se aproxime a la luz natural del día. No resulta nada fácil. Recordamos el día en que en una galería de arte de Copenhague observamos como las obras estaban iluminadas por 5 focos distintos entre si, y a cada cual más raro que el anterior. Las esculturas, en esa misma galería, no proyectaban sombras, algo nada fácil siendo además móviles. Pero no es tanto saber iluminar bien una obra de arte, es sobre todo evitar los daños producidos por la iluminación artificial. “No hagan fotografías usando el flash por favor”, ¿en realidad sabemos el porqué de esta prohibición?



Mark Garry, “The permanent present”

Para el control de la luz en una exposición de arte hay que tener en cuenta tres principios fundamentales:

1. Debemos limitar la intensidad de la luz.

2. Debemos erradicar la emisión de radiación ultravioleta (la que más daña la pintura).

3. Controlar el tiempo en que las obras están expuestas a la luz.



Sgustok Design, “Peel the light”

Si hemos eliminado la radiación ultravioleta, la limitación de la intensidad de luz es el primer punto más importante en el control de daños producidos por la luz: la decoloración o empalecimiento de los colores. Si se trata de la iluminación de obras antiguas que tienen un largo curriculum de exposición a la luz, la mala luz, la radiación ultravioleta, la sensibilidad se dispara. Los daños que se producen por la mala luz se suelen establecer en cuatro niveles: ninguna sensibilidad, sensibilidad débil, sensibilidad media y sensibilidad elevada. Anteriormente había tres categorías de sensibilidad de los objetos a la luz: 50 lux para los más sensibles, 150-200 lux para los menos sensibles y hasta 300 lux para los insensibles. El establecimiento de estos niveles no determina en realidad nada, sino el saber cuantos millones de lux por hora puede soportar una obra de arte antes de comience a degradarse su coloración. Los daños están, como os comentábamos, relacionados siempre con el tiempo de exposición a la luz. Si iluminamos la obra usando 50 lux constantemente, sin pausa, la obra se decoloraría totalmente en 600 años, no importa el soporte no el material usado en su creación.



Al Pacino by Cristopher Anderson

La eliminación de la radiación ultravioleta es otro caballo de batalla importante. Este tipo de rayos son los de onda más corta del espectro de luz, no formando parte de la luz visible. Tienen una enorme capacidad de penetración en los objetos – siendo destructivas también con nuestro cuerpo -. No pintan nada en la iluminación de un cuadro, están de más totalmente, sobran también en nuestra vida. La proporción de la radiación ultravioleta sobre las fuentes de luz es la siguiente:

- Lámparas incandescentes: 1%.

- Lámparas halógenas y fluorescentes: 1 a 2%.

- La luz del día: 6%.



Piergiorno Branzi, “La famiglia”

La fibra óptica no transmite este tipo de radiación. La radiación ultravioleta procedente de la luz natural se puede eliminar con el uso de claraboyas y ventanas aplicando filtros especiales, además de persianas, cortinas o lamas brise-soleil. El cristal por si mismo no deja pasar parte de las ondas más cortas, pero no pude eliminar las más intensas (en algunos museos no nos dejan usar el flash pero las obras están expuestas a la luz natural directa (?)). Hoy por hoy, la tecnología también ha avanzado muchísimo con la llegada de lámparas fluorescentes y halógenas que eliminan en su espectro de luz la mayor parte de radiación ultravioleta y también con el uso de filtros transparentes. La luz natural sigue siendo la mejor fuente de luz para iluminar una obra de arte y siempre que no genere sombras, pero erradicando previamente la radiación. Con relación a tiempo de exposición, decir que el uso de células de movimiento que encienden o apagan las luces en función de si hay personas o no en la sala, es una solución casi obligatoria para los museos de arte. El Neues Museum de Berlín expone papiros que se guardan en bandejas que solo se abren si el visitante lo solicita.



Dirtycartunes

De la temperatura y humedad hablaremos en otro post. Nos queda decir que, aunque el modo de iluminación de una obra para que pueda ser observada con la mayor naturalidad posible es un objetivo importante, lo es más que la obra no se vea dañada por una iluminación nociva. Los cuadros que están detrás de un cristal de protección, si queremos respetar la natural observación de la obra, no es una solución, además produce reflejos que desvirtúa totalmente el cromatismo. Las obras que se desplacen en explosiones itinerantes deben llevar, individualmente, su “receta” lumínica: tiempo y naturaleza de exposición que pueden soportar. En la política de préstamos este es un factor fundamental que no siempre se tiene en cuenta.



fonte: @edisonmariotti #edisonmariotti Espacio Visual Europa (EVE)

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