Ouvir o texto...

terça-feira, 30 de dezembro de 2014

Nuestra Vida como Museo · en CELEBRACIÓN, CULTURA, MISCELÁNEA, MUSEO, OPINIÓN, RELATO. ·


Nuestras vidas están jalonadas de objetos.



Archivo EVE

Toda la teoría didáctica sobre el objeto en la exposición es perfectamente aplicable a nuestra memorabilia particular, a nuestro contexto doméstico como si fuera un museo. Todos los objetos que vamos reuniendo a lo largo de nuestra vida nos definen de una manera u otra. Son muchos los objetos que nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida, por supuesto otros no, algunos solo un tiempo. Nacemos rodeados de objetos e imágenes y con ello convivimos, algunos de estos objetos se hacen imprescindibles como acompañantes vitales en nuestro mundo íntimo y particular, incluso el compartido, algunos nunca acabarán en una caja, otros sí.



Archivo EVE

No es una banalidad pensar que los objetos pueden definir nuestras vidas, y que constituyen o están relacionados con momentos muy importantes de nuestra existencia. Los objetos pueden convertirse en las albaceas de nuestra memoria, depositarios de recuerdos y emociones, muchos de ellos dibujando nuestra forma de ser y actuar a lo largo de la vida. Los seres humanos tenemos inclinación a relacionar momentos con objetos en todos nuestros ámbitos vitales, incluso guardamos objetos relacionados con nuestras creencias más íntimas. Los humanos salvaguardamos de entre todo lo nuestro los objetos que son símbolos, referencias vitales importantes para nosotros; puede ser una foto, una muñeca, el regalo de alguien, un posavasos con un número de teléfono ya casi borrado… Observamos nuestros objetos personales desde el sofá, mirando a la librería, y sonreímos, o nos entristecemos, siempre generarán una emoción en nosotros y para eso existen en realidad.



Archivo EVE

Muchas mujeres y hombres guardamos en nuestros hogares objetos cuya utilidad práctica realmente no existe, pero que son refugios emocionales, un apoyo íntimo y personal que reafirma si cabe nuestra existencia. En nuestra cultura occidental, basada en gran parte sobre la historia, nos definimos a partir de algunos objetos que nos acompañaron en nuestra infancia; pueden ser juguetes, ropa, regalos, fotografías, un botón, una flor reseca dentro de un libro… A lo largo de nuestra juventud nuestros padres guardan aquello que consideran que formó parte de nuestros éxitos personales si los hubo, o incluso la gloria familiar: trofeos deportivos, medallas, fotos de graduación, diplomas, recuerdos de amigos, incluso ya hay empresas que convierten nuestros recuerdos en esculturas de bronce. Y los objetos en el transcurrir de nuestra vida adulta se amontonan, como los de las bodas si uno se ha casado, prendas y recuerdos comprados en los viajes, imanes para el frigorífico, joyas, obras de arte, herencias de nuestros abuelos, otros recuerdos de nuestros seres amados que ya no están, y mucho más. Guardamos todo aquello que nos pone en contacto emocional con lo que ha sido nuestro.



Archivo EVE

Durante la vejez, los objetos del recuerdo están más presentes que nunca antes, cobran todo su vigor; cuando el futuro se hace más corto que el pasado, los humanos nos volcamos evocando nuestros recuerdos de vida. De esta forma, nuestros hogares, hoy en día normalmente siendo muy pequeños, con gran falta de espacio, se van acumulando objetos que, si los reuniéramos todos a la vista, podrían hablar sobre nosotros, explicando quienes somos, resucitando nuestra memoria incluso de aquellos hechos ya olvidados. Construimos nuestra identidad personal a partir de los objetos que son los verdaderos soportes de nuestra memoria, exactamente igual que los museos guardan nuestra memoria colectiva. Por eso son tan importantes.


 

tumblr_lxcfhg5QzJ1qarjnpo1_1280 
Ilustración: Stéphane Lauzon

Nenhum comentário:

Postar um comentário