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sexta-feira, 13 de março de 2015

PROPUESTA 1: MUSEO Y SISTEMA EMOCIONAL - · en MUSEO, MUSEOGRAFÍA,MUSEOLOGÍA, OPINIÓN. ·

La museografía envolvente de muchos museos actualizados, modernizados, como el maravilloso panorama de Pérgamo de Berlín, se basa en generar una acción sobre nuestro sistema personal de emociones. Nuestras emociones son experiencias extraordinariamente complicadas, lo cual complica mucho su clasificación; las grandes producciones audiovisuales actuales consiguen manipular nuestro sistema emocional provocando acciones diversas: de sorpresa, miedo, placer, tristeza, alegría, estupefacción, etcétera. Son emociones que se han generado por elementos externos a nosotros. Sin embargo, hay un tipo de emociones que no se basan en engaños; cuando miramos el rostro de un niño o niña que están sufriendo, o vemos como se maltrata a un perro, por ejemplo, nuestro sistema emotivo se altera y nos sentimos afectados por tanto dolor. Asimismo, cuando contemplamos un icono o un objeto que ha afectado a nuestras vidas su visión nos altera; si vemos una cruz gamada, un número tatuado en un brazo de una persona mayor, el retrato de Hitler, nos altera de igual modo. Estas emociones son genuinas, no responden a una manipulación, es una respuesta del cerebro humano ante una situación negativa en estos casos. Pero también hay emociones positivas; ¿Quién no se ha conmovido ante la belleza? ¿Quién no ha experimentado placer con la diversión? Todos estos estímulos también son absolutamente reales, no se ha recurrido a la manipulación.


El gran museo, aquel que puede movilizar enormes recursos, es capaz de penetrar en nuestra fortaleza psíquica y desencadenar emociones inducidas basadas en realidad en una gran manipulación de nuestros sentidos, como la vista o el oído. Sin embargo, el museo local no tiene por qué renunciar a esa capacidad de provocar emociones en sus visitantes. Los mecanismos para desencadenar emociones no se basan en el uso de cartón piedra o en la virtualidad de un gran formato envolvente.


Una modesta museografía, bien realizada, puede provocar emociones tan potentes e intensas como las de Pérgamo. Pero debemos basarnos en otros supuestos. La emoción es una respuesta inmediata del cerebro que nos informa de hasta qué punto no es favorable un estímulo o una situación. Cuando entramos en la sala de un museo, lo primero que hacemos es reconocer lo que se expone, las personas que nos ayudan, personas que deambulan por las salas, los vigilantes si los hay y, al mismo tiempo, experimentamos sensaciones relacionadas con aquel espacio nuevo para nosotros; se trata de emociones derivadas de la nueva situación que estamos viviendo allí. Si lo que sentimos en el museo es positivo y agradable, significa que nuestro sistema emocional valora que el momento, lo que observamos en la exposición del museo, a captado nuestro interés, estimula las ganas de saber y conocer, genera afecto y bienestar por el museo. Si por el contrario nos sentimos forzados a entender, a esforzarnos para comprender, resulta complicado físicamente, nos sentimos desplazados, nuestro sistema emocional rechazará el momento como perjudicial.


Los mecanismos emocionales humanos son muy complejos y pueden derivar hacia el miedo, la sorpresa, el disgusto, aversión, ira, alegría o tristeza, teniendo en cuenta que las personas sentimos de diferente manera las cosas, a partir de nuestra experiencia en la vida, de nuestros conocimientos, nuestra sensibilidad y nuestra forma de pensar. Las emociones son causadas por percepciones y estas se suelen activar mediante el uso de nuestros sentidos. Por lo tanto, son las palabras, las imágenes, los olores, los sabores y el tacto lo que desencadena las emociones más intensas. Existen determinadas palabras que alertan nuestro sistema emocional; cuando las oímos o las leemos, las emociones se pueden desencadenar sin voluntad previa. Hay relatos que pos si solos provocan emociones diversas. Lo mismo ocurre con determinadas imágenes o secuencia de imágenes – una película -, como decíamos. Nos emocionamos según lo que vemos u oímos. Por ello, el museo es un lugar donde puede resultar más sencillo desencadenar y sentir emociones. Los mecanismos emocionales que utiliza el márketing comercial pueden ser utilizados en los museos. El profesional del márketing utiliza la provocación emocional para vender. La publicidad trabaja intensamente para conmover a su público potencial, ya sea con la provocación a través del humor, del erotismo, de la sorpresa o incluso el miedo. El museo puede hacer lo mismo.


Los desencadenantes emocionales son pues muchos y diversos; todos pueden evocar sentimientos y emociones. Los profesionales de los museos locales como nosotros, recurrimos a los disparadores emocionales, lo mismo que hace el creativo publicitario o el especialista en márketing, y así “disparar” emociones en nuestros visitantes.

Foto principal y redes sociales: Helen Anna, “Journal”


fonte: @edisonmariotti #edisonmariotti Espacio Visual Europa (EVE)

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