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terça-feira, 28 de abril de 2015

MUSEOS Y TIPOS DE VISITANTES - · en CULTURA, INSTITUCIONES,MUSEO, OPINIÓN, PATRIMONIO. ·

Llevamos muchos años trabajando en museos, por lo que nos creemos capaces de dibujar con claridad diferentes perfiles o tipologías de visitantes que suelen visitar los museos o exposiciones temporales. Hoy los vamos a describir con cierto desenfado, siempre que nos lo permitáis, por supuesto. Allá vamos…


EI visitante «fan»: es aquel que viene predispuesto a visitarlo, que por alguna razón determinada escoge un museo concreto y planifica la visita. Tiene claro el motivo, lo que desea ver, y por lo tanto tiene facilidad para encontrar información relacionada con la institución, ya sea a través del sitio web o por información referenciada en otros medios. Esta tipología de público sabe lo que quiere, prefiere una visita autónoma y, como probablemente le dedicará bastante tiempo, requerirá de espacios que le permitan descansar, zonas habilitadas para el reposo en lugares estratégicos de las salas, así como cafetería y/o restaurante donde poder realizar una pausa de manera confortable.


El turista accidental: aunque pueda parecer lo contrario, forma parte de un grupo bastante amplio de personas que no son visitantes habituales de museos en su rutina cotidiana. Su vinculación con el museo se produce por motivos «estacionales» vinculados a la rutina del turismo vacacional. Suele darse la paradoja de que esta tipología de visitante es capaz de resistir largas colas en los principales museos de las ciudades que visita y suele desconocer los museos de su propia ciudad; todo un personaje contradictorio.


El escolar cautivo: recibe esta denominación, que tiene una cierta connotación negativa, en referencia a la experiencia con los museos. Debe su calificación a la obligación de tener que realizar la visita con la escuela. Dependiendo de cómo se plantee la experiencia, podemos generar un mal recuerdo en el es-olar o ganar un futuro visitante «fan» para los museos. Para conseguir esto último, es muy importante destinar el máximo esfuerzo, atención y recursos para que la experiencia de nuestro museo en los jóvenes visitantes sea lo más positiva e interesante posible.


Querido profesor: el colectivo docente ha de ser considerado un objetivo principal para los departamentos de públicos de los museos. Hay que mimarlo, pero también debemos formarlo y hacerlo cómplice de la experiencia educativa. ¿Qué queremos decir con formar al maestro? Hay que enseñarle todas las posibilidades que una institución patrimonial como es el museo puede aportarle en su día a día como docente, proponiéndole una experiencia que no solo esté diseñada para el alumno, sino que, bien dirigida, pueda representar un recurso eficaz en su crecimiento personal y profesional. Para conseguirlo, el museo tiene que facilitar los instrumentos que permitan la participación del profesional de la didáctica, en el proyecto educativo del mismo: a partir de cursos de formación, de talleres, conferencias, implicación en el desarrollo de propuestas formativas, etcétera.


Los grupos de mayores: si existe un perfil de visitante que dispone de tiempo para visitar el museo este es el jubilado/a. Este grupo de público puede convertirse en un aliado muy interesante para nuestra institución, no solo con el fin de alimentar la estadística de visitantes, sino considerándolo un colaborador cualificado. La clave radica en la capacidad que tengamos para diseñar un programa de voluntariado dinámico y atractivo para unas personas que, aunque han finalizado su etapa laboral, pueden aportarnos su valiosa experiencia en el desarrollo y realización de actividades diversas; un ejemplo de ello lo podemos encontrar en el Museo del Ferrocarril de Madrid, donde ferroviarios jubilados realizan visitas guiadas como voluntarios a grupos de escolares. Son un activo fantástico y amable que hay que tener en cuenta para que en momentos puntuales, si ellos desean colaborar, puede complementar las tareas que realizan los profesionales del museo: orientación, información, divulgación de las actividades o grandes eventos que en fechas señaladas organiza el museo, por ejemplo «las noches de los museos» o jornadas de patrimonio, etcétera, y además generalmente confor-man el grueso de los «amigos del museo».


La familia, bien gracias: es una de las tipologías de visitantes más difíciles de satisfacer por la diversidad de preferencias y niveles de conocimientos previos de sus componentes. El museo debe ofrecer recursos y actividades que permitan incentivar el diálogo entre padres e hijos con la exposición; de esta manera, conseguiremos que la experiencia conjunta sea interesante y agradable para todos. En este sentido, ya existen museos que han creado un espacio paralelo adaptado al público familiar, como el Children’s Museum.


El experto, ¡huy que miedo!: esta categoría puede llevar a confusión al lector si cree que este visitante no requiere de ayuda alguna y no necesita de ninguna indicación – aunque él /ella crea que no la necesitan en absoluto. Nuestra experiencia constata lo contrario, pero con ciertos matices: no podemos pretender explicarle el museo desde la perspectiva que él/ella ya conocen, sino que hay que ofrecerles lecturas complementarias o alternativas. Muchos de estos visitantes, antes de empezar la visita, demandan una experiencia diferente que les aporte nuevos puntos de vista. La clave es poner en valor la colección a través de un discurso multidisciplinar, que ayude a despertar su curiosidad para que pueda aportarle un valor añadido a su conocimiento previo.


Visitantes con discapacidad: salvo en contadas excepciones, esta categoría de públicos es aún una asignatura pendiente en muchos de nuestros museos. Las razones son diversas y sobre todo están vinculadas a criterios de accesibilidad, movilidad e inclusión. Si bien es verdad que la gran mayoría de museos tienen recursos limitados para crear las condiciones que permitan a este visitante una autonomía razonable durante su estancia, hay que velar para que desde un principio (antes de inaugurar el edificio) tanto el proyecto museológico como el museográfico tengan en cuenta toda una serie de aspectos destinados a hacer del museo un espacio sin barreras. Cuando hablamos de barreras no nos limitamos a la existencia de rampas o ascensores, sino a la adecuación de la museografía a las necesidades de estos públicos: iluminación, vitrinas, climatización, textos en braille, maquetas, audioguías, dispositivos móviles adaptados, etcétera.


Visitantes con necesidades educativas especiales: el museo, como instrumento al servicio de su comunidad, tiene que prever las estrategias inclusivas necesarias para facilitar el acceso de todos los visitantes, sea cual sea su origen, creencia religiosa, capacidades, nivel socioeconómico o cultural. En este sentido, cualquier itinerario educativo, visita guiada, exposición permanente o temporal debe contemplar una serie de recursos que permitan – en un momento dado incorporar a visitantes que por razón de raza, religión, origen, condición socioeconómica, etcétera -, tengan alguna dificultad para disfrutar de la visita de la misma manera que el resto de públicos. En este sentido, es imprescindible la creación de un protocolo de trabajo que incorpore ciernen-tos de interpretación o acompañamiento para esta tipología de visitante.


El visitante ocasional: es un visitante que suele venir en ocasiones muy pun-tuales, no suele tener mucho interés por el museo y, si accede a él, suele ser habitualmente por intereses de terceros.


El visitante VIP, ¡que pereza!: es aquel que por su cargo o relevancia social se ve en la obligación de visitar el museo; entre ellos podemos diferenciar dos tipos de visitantes: los primeros serían aquellos que no tienen especial interés, con lo que acostumbran a quedarse satisfechos al recibir una atención personalizada – hacerles la pelota quien quiero hacerlo -, acompañándoles en una visita general panorámica, haciendo alguna parada para que puedan hacer un chascarrillo del que todos se mueren de risa falsa delante de algún objeto valioso para la comunidad; y los que no se ríen serían aquellos que tienen verdadero interés en el museo, en la colección o en alguna exposición temporal (y acostumbran a tener conocimientos sobre la misma) y a los que hay que prestar una atención más pormenorizada, ya que esto sin duda redundará en beneficio de la institución.

Archivo EVE

El visitante online: ha surgido de la revolución que ha representado Internet en la primera década del siglo XXI y muy especialmente por la evolución de la Web 1.0 a la 2.0. Con la eclosión de las denominadas redes sociales (Facebook, Twitter, Flickr) hemos pasado de una Web a modo de prospecto informativo electrónico, repositorio de contenidos diversos, a una Web que interacciona con el usuario. Esta nueva realidad obliga a todos los museos a una democratización tanto de sus contenidos como de su política institucional, ya que al abrir la ventana virtual no puede controlar como había hecho hasta el momento los procesos que en él se llevaban a término. El visitante online tiene la oportunidad, sin estar en el lugar físico, de conversar con el museo y con otros usuarios, acceder a contenidos y experiencias que luego puede compartir, establecer relaciones con otros visitantes con los que crear páginas o grupos vinculados o no con los amigos «oficiales» del museo, y lo que más preocupa a los gestores de la institución: generar debates y estados de opinión que antes no se sucedían por la inexistente conectividad de los públicos del museo. Esta nueva era de los museos obliga a escuchar y a conversar con esta nueva categoría de visitantes, asumir y compartir sus inquietudes, con la finalidad de generar una comunidad de usuarios fiel y participativa. Un estudio de públicos realizado por Veron y Levasseur en 1983 bautizaba con el nombre de un grupo animal a los diferentes grupos de visitantes de acuerdo a su manera de ser: hormiguita: los visitantes más ordenados y disciplinados; mariposa: los que visitan la exposición a su aire, sin lógica ordenada; saltamontes: disponen de poco tiempo y van «dando saltos» visitando las obras principales, y por último los visitantes pez: se mueven desconfiados a lo largo y ancho del espacio museístico.

El visitante cotilla: normalmente su perfil es el de un museógrafo/a mirando con detalle lo que hace la competencia e intenta estar camuflado como un visitante más. Se les reconoce fácilmente porque suelen arrodillarse constantemente en el suelo para observar con detalle las bases de las vitrinas.


fonte: @edisonmariotti #edisonmariotti Espacio Visual Europa (EVE)

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