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segunda-feira, 14 de setembro de 2015

OTRA FORMA DE NARRAR -- · en ARTE, CREACIÓN,GESTIÓN, MUSEOLOGÍA, OPINIÓN. ·

Nuestras emociones evolucionan al mismo ritmo que nuestra experiencia vital. Son sensaciones que se transforman a lo largo de nuestra vida dependiendo de cómo afrontamos la realidad del día a día. Quien vive en el miedo estará envuelto continuamente en la sensación de inseguridad, quien vive del riesgo buscará sumergirse de continuo en el mar de la adrenalina para poder sobrevivir, o la pasión de vivir. Son conceptos obvios sobre todo aquello que envejece al mismo tiempo que nosotros. Lo que antes nos ilusionaba, ¿ahora nos motiva? ¿Tanto hemos cambiado a lo largo de los años? ¿En qué ha cambiado nuestra visión del mundo después de años de experiencia vital?


Todas estas reflexiones trasladadas a la mente de un/una artista pueden resultar dramáticas. No hay nada más sensible a la transformaciones y evolución de una vida, sea en la dirección que sea, que el alma de un artista; el espíritu artístico creativo. El artista cuenta como le va la vida, e interpreta lo que la vida le cuenta o le muestra, o le hace sentir. El artista vive en la necesidad de narrar, unas veces para otros, otras veces solo para sí mismos, en exclusiva, pero se muestra públicamente. En cualquier caso, en el arte todo responde a un ejercicio de mostrar ideas, exponer historias, conceptos íntimos, muy personales, gritos desgarrados, dolor, pena, alegría, éxtasis. Y con el resultado, en la mayoría de las ocasiones, de que el artista no ha sido comprendido. Aquí de lo que hoy no hablamos es de la especulación con la obra del artista.


En toda esta exhibición, normalmente pública, de sentimientos y emociones en el museo de arte, nosotros siempre echaremos de menos la presencia del artista. Él es el único que nos puede hacer entender la esencia de su obra, el único que nos puede dirigir y orientar en ese viaje hacia mundos que no son los nuestros. Queremos entender la obra del artista para saber apreciarla. El artista se exhibe a sí mismo en el museo, pero solo podemos observar la superficie que muestra lo material. Esto es algo que siempre hemos echado de menos, ver más allá de lo puramente material utilizando la visión del artista y no solo la nuestra, ya que nos podemos estar equivocando, podemos estar mal interpretando lo narrado por el artista y eso no es justo para nadie.


¿Qué hacer entonces? Vemos la urgente necesidad de aprovechar la tecnología para llenar este vacío de entendimiento entre el visitante y el artista con su obra. Desgraciadamente, estas soluciones solo funcionan con artistas que están vivos, lo perdido está ya perdido salvo que haya sido documentado con anterioridad y esos archivos existan. ¿Cuál es la solución? Una que nos parece obvia – y resulta sencilla – es utilizar la realidad aumentada como vehículo de comunicación entre el artista y el visitante, un tête á tête digital, casi personalizado, íntimo. El artista explica su creación, nosotros solo tenemos que orientar, apuntar nuestro smartphone hacia cada obra, una a una, y escuchar lo que nos dice de cada una – si queremos -, haciendo así todo un ejercicio de comunicación y entendimiento voluntario. Es comunicación viva entre dos personas, y lo hacemos deseando profundizar de manera correcta en la obra del artista. La solución tecnológica es muy sencilla y barata.


El año que viene más del 85% de la población dispondrá de un smartphone, ya sabéis, esa cosa normalmente plana, negra y cuadrada que casi siempre se encuentra al final de nuestro brazo, sobre todo cuando estamos esperando algo o a alguien. Los museos deberán ponerse las pilas al respecto y usar ese vínculo tecnológico – nos ha vuelto androides -, que puede facilitarse al público en el museo. El arte lo demanda, lo necesita más que ningún otro contenido museológico, lo estamos pidiendo a gritos. ¿A qué están esperando administradores de museos de arte de todo el mundo?


fonte: @edisonmariotti #edisonmariotti Espacio Visual Europa (EVE)

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