El color, los colores, forman parte de nuestra existencia desde el momento en que abrimos los ojos a la vida y al mundo. Sin embargo, que extraño es que hablemos sobre los colores salvo cuando están circunscritos a cosas muy concretas y materiales, como es la moda o la elección de la pintura de la pared. Lo que para los artistas plásticos es la fuente de su vida y de su propia existencia, para el resto del mundo parece que no es gran cosa. Caemos en la cuenta de la existencia del color cuando vamos al cine o encendemos la televisión y aparecen imágenes en blanco y negro. Pero los colores existen, están ahí siempre para los que tenemos la suerte de Ver, ejerciendo en todos nosotros una potentísima influencia sobre nuestro estado de ánimo, sobre nuestra forma de percibir la realidad que nos rodea. El color influye definitivamente en nuestra emociones, para bien o para mal.
Trabajando con profesionales del diseño durante todos estos años, comprobamos que nos cuesta dar nombre al color, somos muy pobres para definirlos, con una falta enorme de objetividad. Hemos oído hablar de colores asignando códigos y no las sensaciones y emociones que pueden llegar a producir: Pantone 321 U, Pantone 200 C, Pantone Reflex Blue, RAL 130, etcétera… Nada de mencionar los colores como: «naranja-feliz», «rojo-amor», «amarillo-natillas» y dualidades similares menos evidentes. Por poner un ejemplo, observamos la obra artística en los museos comentando la plástica de la forma por encima del impacto emocional que nos produce el color, o al menos es lo que percibimos cuando llevamos las orejas abrochadas en las exposiciones. Es posible que obedezca al pudor que nos produce hablar de nuestras emociones más íntimas lo que nos deja sin palabras cuando hay que hablar del color.
El color es un disparador de emociones desconocido para la mayoría de nosotros; estudiar el impacto que el color produce en las personas es un reto constante para cualquier diseñador de museos. Hemos apreciado con objetividad, que el color es el valor relativo de un lenguaje que lo hace complejo, cambiante y único. Se trata de un vehículo de comunicación, pero también supone un mundo interior propio para quien lo experimenta. Debe ser su naturaleza inquieta y compleja la que ha impedido que apenas se haya investigado sobre su existencia, lo que lo convierte en algo especialmente interesante, al menos para nosotros. No puede ser normalizada su percepción y por ello es necesario ampliar los márgenes establecidos, buscando nuevos modos de experimentarlo.
La elaboración de un «mapa emocional del color» podría ser una extraordinaria herramienta para analizar las respuestas individuales y también los genéricos de carácter colectivo ante los mismos; pero como decíamos anteriormente, es un enorme reto; supone descubrir ámbitos privados, distintos, convirtiéndolo en un proyecto experimental que ahonda en los innumerables comportamientos sociales dada su naturaleza psicotécnica. El estudio de cuantas combinaciones relacionadas entre color y emociones podamos hacer, nos llevará a acercarnos más a un medio del que todavía desconocemos su potencial y sus riesgos. Un proyecto como este aspira a ampliar nuestro conocimiento de algo que nace con el hombre y sigue siendo un enorme desconocido.
Son escasos los museos que han tenido en cuenta el impacto que el color produce a nivel emocional e los visitantes, muy pocos. Nos parece una falta, un vacío difícil de entender que se hable de museos emocionales y al mismo tiempo se le preste tan poca atención a la atmósfera cromática que deben generar en los visitantes. Por supuesto, existen excepciones y se dan, que alegría, en nuestros alumnos más inquietos: “Escogí el color gris oscuro, o bien negro, por diferentes razones: es poderoso, quisquilloso, inquietante, elegante, y sumamente íntimo. Es acogedor, es penetrante, me da seguridad, pero es peligroso; es delicado, puro, es inolvidable es inconfundible, no es prejuicioso, no me juzga. Es recio, firme, sin miedo. Es infinito. También escogí el color traslúcido y beige, porque es simple, sin rodeos, sin ambición, es carnal, muy humano, apacible, relajante, satisfactorio, muy natural, preciso, amigable, tímido.” Joanna Ramírez, (Curso de Gestión de Identidad Visual en los Museos y Exposiciones).
fonte: @edisonmariotti #edisonmariotti Espacio Visual Europa (EVE)
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