El proyecto desarrollado por Francisco Sáenz de Oiza responde al propósito de sencillez perseguido por el arquitecto, preocupado por armonizar el equilibrio entre contenido y continente. Una voluntad del arquitecto que afirmó que “la Fundación no puede caer en la contradicción de hacer una escultura para contener esculturas. Cuanto más elemental y simple resulte, más monumentales resultarán las esculturas que se ofrezcan en su interior”.
Esta idea de no monumentalidad arquitectónica, de sencillez concebida al servicio de la obra, le llevó al autor a plantear este edificio como el resultado de “invertir el templo religioso tradicional”, según dejó escrito. “En la iglesia, los vitrales iluminan la nave central, mientras que la luz menor alcanza las naves laterales. De tal manera que la mayor intensidad luminosa significa una mayor importancia religiosa: el altar se orienta a la salida del sol. Yo he pretendido hacer exactamente lo contrario: un templo profano en el que la luz se recibe por los laterales y entra a contraluz en el centro, de modo que ese espacio sea oscuro y misterioso. Esa idea enlaza con el recuerdo del túnel en el que trabajaba Oteiza (en Arantzazu), que era un lugar no muy iluminado, pero que tenía un misterio encantador”.
El proyecto arquitectónico desarrollado por Francisco Javier Sáenz de Oiza responde a la idea genérica de articular una secuencia interrelacionada de espacios de muy distinta escala, presidida por una central y dominante, que por sus proporciones recuerde al túnel que el artista traspasaba en Arantzazu cuando esculpió la estatuaria que jalona el Santuario. Este espacio central cargado de misterio articula la ordenación del resto de las salas, concebidas para acoger el conjunto experimental de Jorge Oteiza y funcionar de acorde con la significación espiritual y metafísica de sus indagaciones acerca del vacío y la desocupación de las formas geométricas.
El edificio se erige sobre la ladera sur de Alzuza como un cubo de hormigón teñido de rojo, coronado por tres lucernarios prismáticos de grandes dimensiones. Su interior destaca por la sucesión de diferentes espacios que se descubren por las diferentes entradas de luz del Museo.
Otra característica fundamental del edificio es la relación comunicante que establece con la vivienda original del artista, definida ahora como Casa-taller. Esta infraestructura está comunicada a través de una galería vidriada que interrelaciona estos dos espacios, conservando la fachada y la estructura interior de la vivienda como testimonios de los años en los que Oteiza vivió en esta localidad. La comunicación de estas dos estructuras arquitectónicas se produce de manera armoniosa, que deja a la vista un pequeño patio, que recoge la memoria del primitivo taller del escultor.
fonte: #edisonmariotti #edisonmariotti http://www.museooteiza.org/
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La visita a la Casa-taller de Jorge Oteiza extiende el discurso expositivo del Museo Oteiza hasta un escenario vital esencial en la biografía del artista. Jorge Oteiza y su mujer Itziar Carreño se instalaron en esta casa abandonada de Alzuza en 1975 y lo convirtieron en su vivienda, centro de trabajo y refugio. Alzuza se convirtió en el escenario de la anunciada voluntad del artista de alejamiento, donde encontró el necesario aislamiento para centrarse en su creación poética, ensayística y de investigación, aunque resultó también un punto de encuentro para la comunidad intelectual en contacto con Oteiza.
Este espacio ofrece un acercamiento a la personalidad creativa del artista a través de la exposición de unidades temáticas, geográficas y audiovisuales, que ayudan a recomponer el itinerario vital y creativo del artista.
Los diferentes espacios de la Casa-taller se ordenan en virtud de nuevos elementos informativos y documentales que testimonian los escenarios y las disciplinas creativas de Jorge Oteiza y que facilitan algunas claves que permiten el acceso al conjunto creativo y vital del autor, aportando una visión cartográfica de su personalidad y sus pronunciamientos creativos.
Entre estos elementos expositivos, destaca la numerosa documentación escrita y gráfica inédita, algunas maquetas de sus proyectos arquitectónicos, esculturas, estudios de su laboratorio de tizas y otros objetos del artista. La reordenación de los espacios y los fondos actualmente presentes se articulan en dos ejes, uno geográfico y otro temático.
El eje geográfico contiene numerosas imágenes de la vida de Oteiza junto con textos explicativos de diferentes periodos de la vida del artista.
El eje temático que rige la ordenación de los materiales expuestos presenta diferentes unidades vinculadas a los numerosos proyectos artísticos y culturales desarrollados por el artista y que hacen mención a su relación con la arquitectura, sus estudios sobre el euskara preindoeuropeo, su quehacer poético, su vinculación con el cine, los problemas estéticos planteados en sus textos y libros, la acción social y cultural desarrollada a lo largo de su vida, o su vinculación con la Escuela Vasca de grupos de vanguardia. Cada uno de estos epígrafes va acompañado por numerosa documentación que recoge e ilustra el pensamiento de Oteiza en referencia a los aspectos abordados en cada uno de los grupos.
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