Aunque ya tiene sus añitos, la frase que transcribimos a continuación es perfectamente aplicable a la mayoría de los museos estatales y locales de todo el mundo: "la función del museo en la sociedad actual está poco definida. Ni el público ni los museos saben cual es el camino a seguir" (Hancocks, 1987, 184).
Pero ante de saber cuál es la meta a la que el museo quiere llegar, se deben fijar unos objetivos. Las discrepancias, llegados a este punto, suelen surgir relación a los contenidos de las colecciones del museo: ¿qué temas o cuestiones deben tratar los objetivos de los museos? Sí, muy bien pero, ¿cómo se definen los objetivos en un museo? A la hora de comenzar a fijar objetivos lo más complicado es la conciliación de las ideas de los diferentes responsables dentro de la gestión del museo. Si es solo uno, no habrá problema, pero como haya más de uno el lío está asegurado. Nosotros a este problema lo denominamos "lucha de egos". Sea como sea, es un engorro que no facilitará en absoluto las cosas. Evidente, mi querido Watson.
Además de lo mencionado en relación con lo que no ayuda, decir que la ausencia de un método de creación y definición de objetivos puede contribuir a que exista la temida y devastadora "carencia de misión", no se da el debate necesario normalmente sobre cuál debe ser "la razón de existencia" de un museo. En cualquier caso, todo debe comenzar a partir de una pregunta que a primera vista puede parecer sencilla de contestar: ¿qué tipo de objetivos necesita nuestro museo? En realidad lo primerísimo en este proceso está en establecer un método sistemático, casi matemático, para fijar los objetivos, siendo lo más relevante el buscar una solución concreta para neutralizar la sensación que el visitante suele tener sobre la función del museo, que necesariamente debe ir más allá de la mera exhibición de contenidos. Los museos deben cumplir al menos cuatro grandes funciones: adquisición, conservación, investigación y educación. Habrá quién opine que la educación es una función más de los colegios y universidades que no de los museos; pues vale. Lo que no puede hacer un museo es ser la base de un objetivo educativo programado.
Los museos deben facilitar cierto nivel de aprendizaje universal - para todos los públicos - a partir de la exhibición del patrimonio y de los objetos, promover el aprendizaje sensorial y perceptivo estimulando la curiosidad y el interés por las cosas en el visitante. Todo esto será posible a partir de la programación de actividades prácticas, dando apoyo a proyectos independientes de aprendizaje. Ese podría ser un primer objetivo dentro de un programa.
Pero existe otro objetivo muy importante a partir del concepto del "individuo que aprende". Los visitantes poseen diferentes formas de motivación e interés por las cosas resultando sumamente complicado anticiparse para dar respuesta a sus necesidades. Los visitantes y el 90% de los responsables de los museos pueden opinar que la educación-aprendizaje es una de las razones fundamentales para la existencia de los museos, pero todos sabemos que hay otros fines más importantes en realidad: divertirse, distraerse, hacer una actividad en grupo, escapar de la rutina diaria, aprovechar un viaje para la visita, etcétera. Por eso establecer objetivos en función de lo que pensamos que necesitan o buscan los visitantes es muy difícil, las variables se multiplican. "Jamás nadie ha sido capaz de decidir qué es lo que el público desea ver en un museo" (Ripley, 1969, 112).
El visitante no está seguro de si quiere aprender algo en el museo, y los museos no tienen claro formalmente que sean instituciones que sirvan para el aprendizaje de algo en concreto. Los responsables gestores de los museos es posible que quieran que sus instituciones se ocuparan de aspectos diversos, como procurar una forma de diversión y fomentar el juego, por ejemplo, con la sensación de que si no lo consiguen están descuidando su verdadera función. "Si un visitante no se lo pasa bien en un museo moderno, lo que falla es el museo, no el visitante" (Neal, 1976, 2).
Esta última frase abre otro debate sobre los objetivos, en esta caso relacionados con la economía, que un museo debe cumplir: si los museos "deben añadir elementos de distracción para generar ingresos y para competir por el público frente a otras formas de entretenimiento" (MacDonald, 1988, 71). Parece ser que entramos en conflicto o dilema entre la misión y el mercado, de manera que los objetivos tradicionales de los museos se oponen a las necesidades de ese mercado, es decir, con el entretenimiento y la diversión que sí atraen visitantes, los tan deseados ingresos.
Otra problemática es la que tiene que ver con la función que el museo debe cumplir en relación su entorno geopolítico, abordando temas sociales, ayudando a los ciudadanos y a los foráneos a entender la cultura local y conservando en el museo la historia patrimonial y la actual. Los objetivos, como hemos visto a lo largo de la entrada de hoy, se nos multiplican. La verdad es que pueden ser muchos, por lo que conviene priorizar, no se puede abarcar todo, no se puede y además es imposible. Llegados a este punto, la ausencia de acuerdo sobre la jerarquía de objetivos principales da lugar a que los trabajadores del museo trabajen sin tener en cuenta que hacen los demás, utilizando sistemas de gestión anticuados, sufriendo una profunda crisis de identidad, generando un alto grado de incapacidad para abordar las dificultades, no sabiendo reconocer los problemas, no pudiendo así definir posibles soluciones o llegar a metas relevantes para el museo y su subsistencia. Eso sí que es un problema.
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