Hará unos días, repasábamos un estudio sobre las exposiciones como destino en las excursiones a los museos organizadas por colegios. La reflexión, una vez leído ese artículo, se centraba en si esas excursiones eran una experiencia enriquecedora o no para los niños y niñas. A partir de esa idea en concreto, nosotros creemos que la experiencia no es pasiva para los visitantes, puede ser pasiva para el museo, ya que este cede toda la responsabilidad de que la experiencia sea un éxito o un fracaso al profesor del colegio, sin intervenir ni interactuar con el grupo, en la mayoría de los casos. Los profesores y profesoras parece que, siempre según ese estudio, tampoco se ponen en contacto con el museo para organizar didácticamente las visitas. En otras palabras, el museo abre sus puertas a la experiencia y espera a que la visita termine, sin haber organizado la visita. Si nosotros sugerimos que esa falta de colaboración conjunta no puede ser, entonces, ¿cómo un programa de actividades, diseñado por el museo, puede enriquecer la experiencia de los niños y niñas dentro del propio museo?
Pensamos que podría ser interesante, que en este artículo de hoy, revisáramos la forma en la que nosotros hacemos frente a la inactividad de los museos de cara a ese tipo de visitas. Son cosas a las que nos enfrenamos constantemente, por ser una de las preocupaciones básicas de las instituciones y de los colegios: ¿cómo desarrollar interacciones que involucren al museo y sus visitantes en una visita formativa? En el caso de las excursiones a museos, una de las grandes preocupaciones de los profesores y profesoras, es que los alumnos se aburran y no se sientan motivados en la visita al museo. Responder adecuadamente a esa amenaza es una gran responsabilidad para ellos, sobre todo también a la hora de escoger la naturaleza del museo que se va a visitar. Existe una gran diferencia, desde el punto de vista formativo, entre un museo de ciencias y otro de arte.
Hace unos días, conocimos una propuesta de excursión a un museo de ciencias, en un colegio amigo, que habían titulado: “Exploración – Desafío – Participa” (un título casi críptico, no muy afortunado la verdad). Cuando quisimos informarnos sobre esta iniciativa, nos dijeron que la excursión había sido organizada por el profesor de ciencias de secundaria, y que habían participado nada más y nada menos que 12 profesores en su desarrollo. Nos sorprendió muy gratamente, ya que no es algo que nos encontremos con frecuencia. La excursión estaba dirigida a alumnos y alumnas de un rango de edad entre cinco y seis años de edad.
A continuación, os describiremos los detalles de la organización de esta excursión al museo de ciencias local, con seis exposiciones preparadas para ellos:
Cuando los niños llegan al museo, primero entran en una especie de aula, y allí, encima de las mesas, se encontrarán juguetes antiguos, totalmente pasados de moda. Los monitores animarán a los niños y niñas a jugar con ellos. Mientras juegan, los educadores (internos y voluntarios) circularán alrededor de las mesas, haciendo preguntas clave que están relacionadas con esa experiencia en concreto:
¿Te gusta alguno de los juguetes que hay encima de la mesa en especial?
¿Qué vas a hacer con el juguete si lo has podido conseguir?
¿Qué te parecen estos juguetes?
¿Has descubierto algo especial en ellos?
Después de cinco o diez minutos, antes de que que las alumnas y alumnos salgan del aula hacia las exposiciones, el monitor jefe, un educador contratado por el museo, trabajará con los estudiantes para que piensen la respuesta adecuada a cada una de esas preguntas, debiendo ser contestadas una vez finalice la visita al museo, no antes. A los estudiantes se les recuerda también que deben pensar en estas preguntas mientras están en el museo.
Seguidamente, a los niños y niñas se les da una hora para que puedan jugar y explorar las seis exposiciones que encontrarán en el museo, siempre bajo la supervisión de los profesores y sus acompañantes. Cada monitor recibirá una hoja plastificada que muestra el mapa del museo, por un lado, y las preguntas clave, junto con consejos para involucrar a los estudiantes en las exposiciones, por el otro.
Después de pasar una hora en las exposiciones del museo, los niños regresarán al aula. Ahora, en ese aula, se muestran de 3 a 6 actividades diferentes. En esta caso concreto, en un área de actividad se colocarán objetos que los alumnos y alumnas podían introducir en tinas de agua, para ordenarlos después según se hundan o floten; en otra zona encontrarán marionetas de las de mano; en otra zona encontrarán un secador de pelo (en la mano de un monitor) y objetos para tratar de que floten ayudados con el flujo de aire caliente del secador. Después de probar en cada área, los niños y niñas deciden lo que les interesa más.
Una vez formados grupos según los gustos, por una área u otra, los estudiantes regresarán a las galerías del museo, para participar en un proyecto de 30 minutos basado en el área que interesa a cada grupo. Por ejemplo, un grupo será el de los niños y niñas que estaban más interesados en lo que se hunde y lo que hacen los barcos cuando flotan en el agua. Los niños que disfrutaron con las marionetas, trabajarán juntos en el área de teatro para poner en marcha una obra. Y los estudiantes que estaban interesados en lo que vuela, llevarán a cabo un experimento con el soplador de Bernoulli. Cada uno de estos grupos está dirigido por el instructor del museo, más un profesor y/o un voluntario.
Cada grupo terminará su experiencia con una reflexión, durante la cual se hablará de lo que han descubierto, qué más se podría haber intentado con los objetos, y lo que se preguntan todavía. Después de esto, toda la clase se reagrupará de nuevo en el aula, y se volverá a las preguntas clave. Los niños y niñas deberán pasar unos minutos pensando en qué más les gustaría probar, preguntar lo que quieran, y comentar si aún quedan cosas por descubrir.
Por cada una de las 3 a 6 actividades que el museo ha diseñado con la participación de los profesores, el maestro recibe un folleto que entregará a los padres y madres, describiendo lo que hicieron los niños, y una hoja de recursos con el plan de estudio de cada actividad, así como ideas para el aula durante el seguimiento de su participación en cada una de ellas.
Nuestra esperanza, es que los estudiantes descubran nuevos intereses, se sientan motivados sobre una actividad en concreto, formulen preguntas, experimenten con las exposiciones, y que el entendimiento que se crea a partir de la experimentación personal les acerque al conocimiento de algo. El profesor que diseño la experiencia, hablará con los estudiantes después de la visita, para empezar a diseñar herramientas de una posible evaluación concreta para cada uno de ellos y ellas. Parece ser que toda esta información formará parte de una investigación sobre psicología cognitiva y motivacional de una universidad. Se trata de una institución que trabaja en estrecha colaboración con profesores en sus proyectos de diseño de juegos, didáctica y museos, todo ello relacionado con la creación de vocaciones profesionales. A cambio de esa información, la universidad financiará más excursiones de los colegios a los museos.
La idea central en el desarrollo de este modelo, en lugar de posicionar las excursiones a los museos como una lección dentro de una unidad didáctica mayor, o como una forma de probar o complementar los conocimientos que se enseñan en el aula, es que creemos que los museos funcionan mejor como un lugar para ayudar a los niños y niñas a descubrir y perseguir lo que realmente les interesa. El mayor reto de este modelo será desarrollar estrategias para trabajar directamente con los profesores, y también con otros profesionales que apoyen el seguimiento de las conclusiones, como es el caso del trabajo que se desarrolla en las universidades para mejorar estos modelos didácticos dentro de los museos.
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