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segunda-feira, 29 de junho de 2015

MUSEOS Y ARQUITECTURA (ICOM) -- · en INSTITUCIONES, MUSEO,MUSEOGRAFÍA, MUSEOLOGÍA, PATRIMONIO. ·

Alguien muy cercano a nosotros nos susurra al oído que nuestras entradas se están desviando desde hace un tiempo hacia lo muy técnico, y que ya no dejamos apenas espacio al romanticismo, a la espontaneidad, a la visión nostálgica, a la descripción recreada y literada sobre los museos y a las reflexiones muy personales sobre lo divino y lo humano. Es muy difícil averiguar que es lo que realmente os interesa saber o conocer sobre el mundo de los museos que no sepáis, y sobre aquello que nosotros seamos capaces de hablar. Sabemos que los que nos seguís sois mayoría relacionada, de una forma u otra, con el mundo museal, por lo que no habría entonces duda a que dirección editorial debemos apuntar. En cualquier caso, creemos que es útil desarrollar esta labor, aunque modesta, de difusión y conocimiento, evolucionando por épocas – a lo largo de semanas, días y horas (500 entradas llevamos escritas hasta el momento) -, y en ocasiones por puros estados de ánimo. Comenzar ahora con el diccionario imprescindible de los términos museológicos nos parece fundamental para todos los que améis los museos tanto como lo hacemos nosotros. Si os parece un rollo nos lo decís e intentaremos resolverlo al gusto de todos. En cualquier caso, os agradecemos de corazón que nos leáis, para nosotros contar con vosotros es un orgullo y un enorme placer. ¡Gracias a todos!



ARQUITECTURA DE MUSEOS

s. f. Equivalente ing.: architecture; fr.: architecture; al.: Architektur; it.: architettura; port.: arquitectura; br.: arquitetura.

La arquitectura museal se define como el arte de concebir y adecuar o construir un espacio destinado a abrigar las funciones específicas de un museo, en particular las de exposición, conservación preventiva y activa, estudio, gestión y recepción.


Desde la invención del museo moderno, hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX, paralelamente a la reconversión de antiguos edificios patrimoniales, se desarrolla una arquitectura específica que, a través de exposiciones temporarias o permanentes, se vincula con las condiciones de preservación, investigación y comunicación de las colecciones. Dan testimonio de ello las primeras construcciones, tanto como otras obras más contemporáneas. Precisamente, es el vocabulario arquitectónico el que condiciona el desarrollo de la noción de museo. De este modo, la estructura del templo con cúpula, fachada porticada y columnata se impone al mismo tiempo que la galería, concebida como uno de los principales modelos para los museos de bellas artes. La misma da lugar, por extensión, a la denominación Galleria en Italia, Galerie en Alemania y Gallery en los países anglo-americanos.



Si bien las construcciones museales están siempre orientadas hacia la conservación de las colecciones, evolucionan a medida que los museos van desarrollando nuevas funciones. Es así como después de buscar soluciones para una mejor iluminación de los objetos expuestos (Soufflot, Brébion, 1778; J.-B. Le Brun, 1787) a fin de otorgarles una adecuada distribución dentro del conjunto del edificio (Mechel, 1778-84) para estructurar mejor el espacio de exposición (Leo von Klenze, 1816-30), se cobra conciencia, hacia comienzos del siglo XX, de la necesidad de aligerar las exposiciones permanentes. A tal efecto, se crean las reservas, ya sea sacrificando salas de exposición, acondicionando espacios en subsuelos o construyendo nuevos edificios. Por otra parte, se procura neutralizar, de la mejor manera posible, el entorno de los objetos expuestos, aún a costa de resignar una parte o la totalidad de la ornamentación histórica existente. Estas mejoras son facilitadas por el advenimiento de la electricidad que permite reconsiderar completamente las formas de iluminación.



Durante la segunda mitad del siglo XX surgen nuevas funciones que conducen a la realización de modificaciones arquitectónicas de mayor envergadura, como ser la multiplicación de exposiciones tempo- rarias que permite una distribución diferente de las colecciones entre los espacios de exposición permanente y aquellos de las reservas; la creación de talleres pedagógicos; el desarrollo de estructuras de recepción y descanso concebidos como grandes espacios ad hoc y el incremento de bibliotecas, restaurantes y tiendas destinadas a la venta de productos derivados. Paralelamente, la descentralización debida al reagrupamiento y la desviación a terceros de ciertas funciones, exigen la construcción o replanteamiento de algunos edificios autónomos específicos: en primer lugar, los talleres de restauración y los laboratorios especializados al servicio de varios museos; más adelante, las reservas instaladas fuera de los espacios de exposición.


El arquitecto es quien concibe y diseña el proyecto de un edificio y luego dirige su ejecución. Dicho de manera más amplia, es quien dispone la envoltura que alberga a las colecciones, al personal y al público. Desde esta perspectiva, la arquitectura aborda, en el seno del museo, el conjunto de elementos vinculados al espacio y a la luz. Estos aspectos, en apariencia secundarios, son determinantes en lo referente a la significación requerida (ordenamiento cronológico, visibilidad para todos, neutralidad del fondo, etcétera). Por lo tanto, los edificios de los museos deben ser concebidos y construidos de acuerdo con el programa arquitectónico establecido por los responsables científicos y administrativos del mismo. Sin embargo, las decisiones concernientes a la definición de dicho programa y a los límites de intervención del arquitecto no siempre se distribuyen de esta manera. Como arte o como técnica de la construcción y de la refuncionalización de un museo, la arquitectura puede presentarse como una obra total, capaz de integrar el conjunto del dispositivo museal. Esta perspectiva, reivindicada por algunos profesionales, sólo puede ser encarada en la medida en que los mismos incorporen la reflexión museográfica, lo que aún está lejos de suceder. Los programas solicitados a los arquitectos suelen incluir los equipamientos interiores, dándoles la posibilidad – si no se hace ninguna distinción entre los componentes generales y la museografía – de dar libre curso a su “creatividad”, a veces en detrimento del museo. Algunos se especializan en la realización de exposiciones, convertidos así en escenógrafos o “expógrafos”. Son pocos los que pueden reivindicar el título de museógrafos, a menos que sus estudios incluyan esta competencia específica.



Las posturas actuales de la arquitectura de museos descansan en el conflicto existente entre los intereses del arquitecto (valorizado hoy por la visibilidad internacional de este tipo de construcciones) y los de quienes están vinculados con la preservación y la puesta en valor de la colección y también con la consideración del bienestar de los diferentes públicos. Esta cuestión ya había sido puesta en evidencia por el arquitecto Auguste Perret al decir: “un navío para que pueda flotar, ¿no debe ser concebido de manera muy diferente a una locomotora? La especificidad del edificio del museo incumbe al arquitecto, quien creará el órgano inspirándose en la función” (Perret, 1931). Una mirada sobre las creaciones arquitectónicas actuales permite advertir que, si bien la mayoría de los arquitectos tienen en cuenta las exigencias de un programa, muchos continúan privilegiando la estética visible del objeto por encima de sus bondades intrínsecas.

FUENTE:


François Mairesse y André Desvallées para ICOM


fonte: @edisonmariotti #edisonmariotti Espacio Visual Europa (EVE)

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