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quarta-feira, 10 de agosto de 2016

CREATIVIDAD, ECONOMÍA E INNOVACIÓN CULTURAL - · en ARTE, CULTURA, GESTIÓN,INSTITUCIONES, MUSEO, OPINIÓN, PATRIMONIO. ·

El término “economía creativa” fue popularizado en 2001 por el escritor y gestor de medios de comunicación británico John Howkins, quien lo aplicó a 15 industrias de sectores diferentes, que abarcaban desde las artes hasta la ciencia y la tecnología. Según los cálculos de Howkins, en el año 2000 la economía creativa tenía un valor de 2.2 billones de dólares estadounidenses a nivel mundial, y crecía al año a una tasa de 5%. La noción es, y sigue siendo, muy amplia, porque no sólo incluye bienes y servicios culturales, sino también juguetes y juegos, así como todo el ámbito de “investigación y desarrollo” (I+D). Por tanto, además de reconocer las actividades y los procesos culturales como el núcleo de una nueva y poderosa economía, se ocupa también de manifestaciones creativas en ámbitos que no serían contemplados como “culturales”. Sin embargo, antes de explorar las implicaciones de esta amplia interpretación de creatividad, es importante analizar los otros dos términos utilizados en este artículo de hoy.


Industrias Culturales


El término “ industrias culturales” se remonta a los primeros trabajos, en las décadas de 1930 y 1940, de la Escuela de Frankfurt, que mordazmente denunció la mercantilización del arte en cuanto a que aportaba una legitimación ideológica a las sociedades capitalistas y a la aparición de una industria cultural popular. Hay quien todavía mantiene esta visión pesimista sobre la relación entre la cultura y la empresa capitalista. Este es, especialmente, el caso de la izquierda, sobre todo en el contexto de debate actual sobre la amenaza de la homogeneización cultural global. Esta visión, también se basa en una perspectiva que contempla las áreas de la cultura y de la economía como mutuamente hostiles, cada una guiada por lógicas tan incompatibles que, cuando ambas convergen, la integridad de la primera siempre se ve amenazada. No obstante, a comienzos de los años 60, muchos analistas empezaron a reconocer que el proceso de mercantilización no siempre, o no necesariamente, acababa actuando en detrimento de la expresión cultural. De hecho, a menudo sucede lo contrario, porque los bienes y servicios generados industrialmente (o digitalmente) poseen claramente muchas cualidades positivas. Por consiguiente, en la década de 1980, el término “industrias culturales” ya no implicaba connotaciones peyorativas y, de hecho, empezó a ser utilizado en círculos políticos y académicos como una calificación positiva. Dicho término, hacía referencia a formas de producción y consumo cultural que tenían un elemento expresivo o simbólico en su núcleo. También fue propagado por la UNESCO en la década de 1980, y ha pasado a abarcar campos muy diversos, como el de la música, el arte, la escritura, la moda, el diseño y las industrias de los medios (por ejemplo: la radio, la industria editorial, el cine y la producción de televisión). Su alcance no se limita a una producción intensiva con base tecnológica, ya que una gran parte de la producción cultural de los países en desarrollo es artesanal. La inversión en artesanía rural tradicional, por ejemplo, puede beneficiar a las artesanas, dándoles la posibilidad de que tomen las riendas de su vida y generen ingresos para sus familias, sobre todo en áreas en las que las oportunidades para conseguir otras fuentes de ingreso son limitadas. Todos estos ámbitos productivos tienen un valor económico significativo, pero también son vectores de profundos significados sociales y culturales.


Industrias Creativas


El término”industrias creativas” se aplica a un conjunto productivo mucho más amplio, que engloba los bienes y servicios que producen las industrias culturales, así como aquellas que dependen de la innovación, incluyendo muchos tipos de investigación y desarrollo de software. La expresión empezó a introducirse en la formulación de políticas, como ocurrió con la política cultural nacional de Australia de principios de 1990, o con el influyente Ministerio de Cultura, Medios de Comunicación y Deporte del Reino Unido, que promovió, al final de la década, la transición para pasar de industrias culturales a industrias creativas. Este uso también tiene su origen en la asociación que comenzó a hacerse entre creatividad, desarrollo económico urbano y planificación de la ciudad. Así, recibió un primer impulso muy significativo a través del importante trabajo sobre la “ciudad creativa”, llevado a cabo por el consultor británico,Charles Landry. Un segundo, y sumamente influyente, impulso a nivel internacional, fue el trabajo de Richard Florida, teórico norteamericano de estudios urbanos que reflexionó sobre la “clase creativa” que las ciudades necesitaban atraer, con el fin de garantizar un desarrollo exitoso. Esta “clase creativa”, resulta ser una agrupación muy amplia de diferentes tipos de trabajadores, técnicos, directivos y profesionales (no sólo trabajadores creativos de industrias creativas y culturales), quienes producen innovación de varios tipos. Juntos, forman la “clase” que Florida tomó, como fuente de energía innovadora y dinamismo cultural, en las sociedades urbanas de hoy en día. Desde esta perspectiva, las actividades culturales eran contempladas, fundamentalmente, como equipamientos de la infraestructura urbana, que servirían para atraer mano de obra profesional y móvil, además de proporcionar un medio para aprovechar su tiempo de ocio extremadamente centrado y significativo. Después de una oleada inicial de gran entusiasmo, sobre todo entre los alcaldes de ciudades de los Estados Unidos, el norte de Europa y el Este de Asia, el atractivo del paradigma de la “clase creativa” disminuyó notablemente. Muchos investigadores, encontraban que la tesis de Florida no estaba respaldada por pruebas empíricas, y que no aportaba toda la información que se precisaba sobre las condiciones necesarias y , suficientemente duraderas, bajo las que esos individuos, cualificados y creativos, se congregarían y permanecerían en un sitio determinado, para convertirse en agentes cruciales para el desarrollo local y regional. Además, el mismo Florida admitió recientemente que, incluso en los Estados Unidos, los beneficios de su estrategia “fluyen desproporcionadamente hacia trabajadores creativos, profesionales y de conocimiento altamente cualificados”, y añadió que, “inspeccionado detenidamente, el clúster de talento aporta poco en cuanto a la distribución de los beneficios”.


Creatividad e Innovación Cultural


Los críticos de la agenda de las industrias creativas, y, en especial, del pensamiento de la economía creativa, opinan que los términos tienden a desdibujar las fronteras entre “creatividad”, en un sentido muy general , y las cualidades expresivas que caracterizan los bienes y servicios culturales. También piensan que el término “creatividad” se usa de forma demasiado amplia. Y ésto es cierto, ya que la palabra “creatividad”, en sí misma, siempre ha estado abierta a múltiples definiciones, y nunca ha habido tantas como en la actualidad. Incluso en el ámbito de la psicología, donde la creatividad individual ha sido extensamente estudiada, existe poco consenso en cuanto a su naturaleza y localización precisa, o en cuanto a si es un atributo personal o un proceso.


Atendiendo a una variante del pensamiento reciente de la economía creativa, hay quien alega que las industrias culturales y creativas no sólo impulsan el crecimiento a través de la creación de valor, sino que también se han convertido en elementos clave del sistema de innovación de toda la economía. Según este punto de vista, su importancia primordial radica, no sólo en la contribución de las industrias creativas al valor económico, sino también en los modos en los que estimula la aparición de nuevas ideas o tecnologías, y en los procesos de cambio transformativo.


Por tanto, la economía creativa debería ser vista “como un complejo sistema que obtiene su ‘valor económico’ a partir de la facilitación de la evolución económica; un sistema que produce atención, complejidad, identidad y adaptación a través del recurso primario de la creatividad”. Según esta visión, las industrias culturales y creativas resultan pioneras, y nutren de disposiciones sociales generales que estimulan la creatividad y la innovación, y con las que se trabaja en beneficio del conjunto. No obstante, los críticos destacan que los mecanismos que permiten que esta creatividad se irradie, nunca se identifican con claridad, si biene parece completamente plausible que las expresiones culturales se conviertan en una fuente de ideas, historias e imágenes que puedan ser reproducidas en otras formas, en diferentes sectores económicos. Análisis recientes de tablas de insumos y productos, han aportado pruebas poco sólidas respecto a si las empresas con cadenas de suministro vinculadas a las industrias creativas, son más innovadoras que aquellas que no tienen ese vínculo. Sin embargo, eso no dice mucho sobre esta relación y, por tanto, no ofrece indicios en lo que se refiere a la causalidad. Puede ser que simplemente las empresas más innovadoras compren más insumos de la industria creativa como diseño, posicionamiento de marca o publicidad.



Así pues, es difícil alegar que todos los aspectos de la actividad económica, social o política, sean generados únicamente ( o incluso principalmente) por los procesos mismos de las industrias culturales y creativas. Por este motivo, el término “economía creativa” será utilizado en este Informe para favorecer las actividades que impliquen creatividad cultural y/o innovación. La mayor parte de los estudios de caso, y los ejemplos, son extraídos, por tanto, de actividades que también podrían ser clasificadas como industrias culturales, con el objeto de revelar las relaciones, cada vez más simbióticas, entre cultura, economía y lugar. El potencial social emancipador de esta última, va implícito en su misma constitución, y el caudal de expresión es, en sí mismo, un medio para encontrar formas de liberación. Por todo ésto, dicho potencial no puede separarse de factores que sustenten el éxito de las industrias creativas en términos exclusivamente económicos.








Fonte: @edisonmariotti #edisonmariotti


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