Mirar el futuro directamente a los ojos es un ejercicio obligado en nuestro trabajo del día a día. Querer innovar nos obliga a predecir con mucho tiempo de antelación las necesidades, actitudes, intereses, cambios, etcétera, de las personas. Debemos decir también que resulta un tanto frustrante, ya que adelantarse a la realidad nos obliga a admitir que la innovación es la combinación entre la propuesta de nuevas soluciones a problemas o necesidades de las personas o el entorno ante la capacidad de decidir si se llevan a cabo, esto último siempre en manos que no son las nuestras.
En cualquier caso, dirigimos la mirada hacia el año 2050 y nos preguntamos cómo serán los museos allá dentro de esos 35 años, en qué cambiarán, como habrán evolucionado, en qué se habrán convertido los que existen ahora. El ritmo de los cambios, una obviedad, viene de la mano del acoplamiento de la tecnología con la biología y su interacción con el hombre. Todo esto siempre y cuando se haya evitado un encuentro en la tercera fase, y muy de cerca, que obligue a la evolución natural a dar un salto involuntario o a dar un frenazo definitivo. Pero no seamos agoreros que es verano y hay que disfrutarlo sin agobios innecesarios.
Pero volviendo a nuestro tema, los museos, nuestras predicciones son simples y sencillas de intuir. En en ámbito de los museos de arte será obligado encontrar una solución a la extrema masificación que se producirá en torno a la observación de obras maestras de creadores universales (Leonardo, Miguel Ángel, Van Gogh, Rembrandt..). El arte que no forme parte de esa universalidad habrá entrado ya en una profunda crisis, disipándose absolutamente el buen criterio generalizado sobre la plástica y el valor de la creatividad artística, una consecuencia obra del mercado y sus mercaderes (incluido críticos fundamentalmente de la prensa). Ya no valdrá todo para todos y posiblemente habremos regresado al gusto por los valores artísticos del academicismo sin extravagancias. Por otra parte, el continente será mucho menos importante que el contenido – para desgracia de los arquitectos del star system – siendo posible que una sola obra genere un museo (Museo Gioconda). Deberemos salvar la asignatura pendiente de los museos de arte que no es otra cosa que mostrar al público como se realiza una obra maestra en todos sus ámbitos, incluido como se fabricaba un color en el siglo XII. Si nosotros seguimos aquí, nos compraremos una obra maestra holográfica para disfrutar en casa, de las que se van creando a tiempo real, al mismo ritmo temporal que el dedicado por el creador a su obra. Las redes sociales se habrán convertido en redes domésticas.
En lo puramente tecnológico, la nanotecnología habrá dicho ya lo que tenga que decir. Existirá un solo “CPU” para todo, incluidas las comunicaciones, que posiblemente ya funcione insertado como un chip a un perro. En lo museográfico es posible que el avance sirva para adaptar el contenido al interés del visitante, cuando ya nunca se hable de visitar un museo, sino de tener la experiencia del museo. Es posible que los museos que se lo puedan permitir irán eliminando piezas de sus vitrinas para mostrar solo lo fundamental con la opción de ver “el resto” en otro entorno que no seda el propio museo sino más bien algo parecido a un almacén abierto para los muy interesados o estudiosos. Todo lo relacionado con los museos de ciencias y tecnología estará basado en una pura experiencia multisensorial.
Observar el futuro hoy, no deja de ser un juego, aunque a nosotros nos motive la necesidad profesional de saltar la realidad del hoy y aterrizar en mañana, y si es pasado mañana, mejor. Para nosotros, lo importante es que las personas sientan la necesidad de aprender, de experimentar, de disfrutar con el conocimiento, habiendo entendido definitivamente que la cultura es el único camino a la libertad.
Las fotografías han sido cedidas por Intergalactic Jet Set
fonte: @edisonmariotti #edisonmariotti EVE Museografía · en CULTURA, MISCELÁNEA, MUSEOGRAFÍA, OPINIÓN. ·
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