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terça-feira, 12 de maio de 2015

MUSEO Y ANÁLISIS DEL OBJETO - · en ARTE, MUSEO, OPINIÓN,PATRIMONIO. ·

Para realizar un análisis sistemático de un objeto en el museo hay que proceder con un cierto orden, sin solo primeros vistazos, sin dejar nada a la improvisación. El primer análisis es el morfológico; el segundo es el funcional; el tercer análisis es ya de tipo técnico. Luego pueden seguir análisis de tipo económico, sociológico, estético y, finalmente, histórico-cultural.


El análisis morfológico es el que responde a la pregunta ¿cómo es?; el funcional responde a la pregunta ¿cómo funciona o se usa?, ¿para qué sirve? Para el análisis técnico nos interrogaremos sobre ¿cómo se ha hecho?; mientras que el análisis económico responde a los interrogantes sobre su coste y su puesta en el mercado. El análisis sociológico nos responde a las cuestiones sobre sus destinatarios; el análisis estético responde a los gustos o ideas existentes sobre lo feo o lo bello en un momento determinado, y el análisis histórico se plantea las causas o razones por las cuales surgió el objeto y, si fuera el caso, por las transformaciones sufridas desde entonces. Veremos estos extremos sirviéndonos de unos objetos enigmáticos, los sellos cilíndricos mesopotámicos expuestos hoy en el Museo Británico, por poner un ejemplo muy conocido, aunque esta metodología es aplicable también a objetos muchos más modernos como pueden ser los automóviles o una locomotora.


El análisis morfológico de un objeto se inicia analizando su estructura, es decir, si es simple, formada por una sola pieza, o, por el contrario, si es compuesta y está hecha a base de varias piezas. En el caso de los objetos mesopotámicos podremos decir que son un cilindro de lapislázuli y uno de cristal de roca con perforación central longitudinal que tienen en ambos extremos sendos casquetes troncocónicos de oro o de cobre. El cuerpo cilíndrico de estos sellos tiene esculpidas en negativo diversas figuras verticales, humanas y de animales. Se trata de objetos pequeños, de no más de seis centímetros de alto por dos de diámetro.


Las caraterísticas superficiales son importantes; el lapislázuli es azul (evidentemente) y las figuras grabadas en negativo forman series verticales de seres antropomorfos – hombres o dioses – que luchan con un león y un toro. También hay que hablar de la textura del objeto, que en este caso, obviamente, es una superficie de oro y lapislázuli sumamente pulida. El que es de cristal de roca tiene el co-lor traslúcido claro y el cobre, hoy oxidado, en su tiempo fue dorado. Si pasamos al análisis funcional del sello, se pretende descubrir los princi-pios sobre el funcionamiento del objeto, relacionando estructura y función. Estos artefactos eran sellos y servían para marcar la propiedad; su perforación central servía era para introducir un cordel o un eje metálico que permitía transformar el cilindro en un rodillo, el cual se aplicaba sobre superficies plásticas blandas, ya fueran de barro fino, arcilla, yeso o cera. Por esta razón, sus dos extremos tienen forma troncocónica. La decoración en negativo servía para que, al aplicar el sello como si fuera un rodillo, las figuras sobre la impresión de arcilla aparecieran en relieve. El sello también podía emplearse para evitar que puertas, arquetas y otros recipientes fueran abiertos sin permiso de su dueño.


El análisis técnico del objeto implica conocer y explicar cómo ha sido fabricado, con qué materiales, cómo han sido aplicados, etcétera. En el caso que nos ocupa, el lapislázuli o el cristal de roca son piedras semipreciosas duras; el primero tiene una dureza de 5,5 en la escala de Mohs y no es atacado por ácido clorhídrico. Desde el punto de vista mineralógico, el lapislázuli es una roca cuyos principales componentes son la lazulita, que es un silicato cálcico que le proporciona el color azul, y la wollastonita, junto con la calcita, que producen el veteado; también contiene pirita, que le proporciona sus destellos al incidir la luz. Su composición química suele ser (Na, Ca) 8 (SiO4, S, IC) 21 (AlSi) 416 silicato de aluminio y sodio calcio. Al no ser una piedra muy dura, podía ser trabajada con pequeños cinceles de bronce; la piedra quizá era trabajada en caliente, ya que entonces es más sensible a la presión. Por lo que respecta a los extremos, bien fueran de cobre o de oro, se obtenían mediante fusión en molde. La perforación central se realizaba mediante métodos abrasivos. Por el contrario, el cristal de roca es cuarzo puro (Si02), mineral que tiene un índice de dureza de 7 en la escala de Mohs. Es prácticamente inatacable con ácido; por todas estas características, era muy difícil de trabajar y, en todo caso, se deberían utilizar como cinceles piedras más duras, tales como el rubí o el diamante.


El análisis económico de un objeto es muy importante; hay que tener en cuenta los costes de fabricación, es decir, lo que costaba fabricar el objeto, y el coste de producción, es decir, sumándole al coste de fabricación los gastos necesarios para obtener los materiales y financiar las expediciones en su búsqueda. Además, hay que añadir los costes de venta, los intermediarios, etcétera. En el caso de los objetos que nos ocupan, la fabricación se realizaba probablemente en talleres áulicos o reales y los artistas eran propiedad de palacio; pero los costes de producción incluían la búsqueda de las materias primas, tales como el cobre, el oro, el estaño – para producir el bronce, las piedras preciosas, etcétera -. Todo ello se podía obtener financiando largas expediciones a países remotos o bien a través de las caravanas de comerciantes que enlazaban con mercados de Extremo Oriente o de Egipto. Todo ello aplicaba seguramente unos costos elevadísimos, solo asumibles por auténticos déspotas.


El análisis sociológico significa descubrir qué necesidades satisfacían estos objetos y a quiénes estaban destinados. Como hemos visto en el análisis económico, se trata de objetos muy caros y muy difíciles de obtener. Solo se explica su existencia por una necesidad imperiosa. Y, en efecto, tanto el cristal de roca como el lapislázuli eran piedras mágicas, a las que se atribuían poderes protectores extraordinarios. Todavía hoy muchas personas creen que el lapislázuli ayuda a pensar, despierta la mente a una conciencia superior, ayuda a la meditación, es eficaz en el desajuste emocional, cura la melancolía y atrae la fortuna y la fama. En el mundo sumerio se lo consideraba una piedra divina, al igual que el cristal de roca. Por lo tanto, su utilidad era mágico-religiosa; también tenía otra utilidad, que era la del prestigio y poder que confería a quien lo poseía. La creencia de que estos minerales eran muy poderosos desde el punto de vista mágico tenía un afecto sobre la población, que imaginaba a sus propietarios corno auténticos seres superiores. Naturalmente, los sellos mencionados eran propiedad de templos o de palacios. Desde el punto de vista estrictamente funcional, estos sellos servían para marcar o etiquetar propiedades. Podían servir para firmar un documento escrito sobre una tableta de barro o para sellar una vasija también de barro. En todo caso, la presencia de sellos indica que estamos ante una sociedad en la cual la propiedad era considerada casi sagrada y que se protegía de todas las formas posibles: por la sanción religiosa o por la fuerza de las armas.


El análisis estético de estos objetos parte de su forma, cilindros simétricos, de una gran perfección técnica; sus grabados, miniaturas de una rara perfección, en los cuales el artista ha detallado incluso los músculos de los cuartos traseros de los animales en pocos milímetros. Todo ello nos sitúa ante producciones artísticas de una calidad casi insuperable en su época. Además, la combinación del dorado con el azul intenso del lapislázuli o el transparente del cuarzo convierte a estos pequeños sellos en auténticas joyas del diseño. Finalmente, hay que realizar un análisis histórico de los objetos, es decir, a quiénes sirvieron, a quiénes pertenecieron, cuáles fueron sus avatares, de dónde procede la idea del objeto, qué papel representaba para la sociedad que lo poseía, etcétera. Ambos objetos forman parte hoy de las colecciones de arte sumerio del Museo Británico. Proceden del yacimiento arqueológico de Ur, donde se exhumaron las denominadas tumbas reales, necrópolis en las que los reyes y reinas enterrados estaban sepultados en cámaras subterráneas repletas de tesoros y con numerosos sacrificios humanos para acompañar a los difuntos. El sello de lapislázuli es del periodo acadio, fechable entre el 2333 y el 2193 a. de C. El segundo es sumerio y es del 2000 a. de C. Hay que relacionar, pues, ambos sellos con el nacimiento de las civilizaciones urbanas de Mesopotamia, con los reyes sacerdotes y las ciudades estado.


fonte: @edisonmariotti #edisonmariotti  Espacio Visual Europa (EVE)

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