Para iniciar el diseño de un proyecto educativo para un museo es fundamental plantearse primero para qué queremos hacerlo, cuál es su sentido y la finalidad de este proyecto, dirigido siempre, como es evidente, a la educación para el conocimiento del patrimonio. Desde nuestra perspectiva, las finalidades dentro de un proyecto educativo de museo son lineales independientemente del tipo de visitante al que vaya dirigida, es decir, la filosofía general del proyecto y su proyección deben ser comunes, las variaciones y adaptaciones al público o contexto se determinarán en cuestiones más específicas, en objetivos y estrategias metodológicas, más que en el sentido global de lo que se quiere conseguir con todos los visitantes a través del proyecto educativo.
No debemos considerar la enseñanza y/o difusión del patrimonio como un fin en sí mismo, sino que su tratamiento debe integrarse en un proceso educativo (formal, no formal o informa) más amplio. De esta manera, a través de los elementos patrimoniales se puede potenciar el conocimiento para la reflexión sobre la realidad social, independientemente de que este factor conlleve objetivos relacionados con la propia conservación y valoración del patrimonio, así como, evidentemente, con el propio conocimiento de dichos referentes y sus procedimientos de análisis e investigación, que nunca han de confundirse con el objetivo final de este proceso educativo.
Archivo EVE
La perspectiva crítica en la que nos posicionamos, con respecto a la consideración de educación patrimonial y de los proyectos educativos de museos, orienta esta línea de trabajo más allá de aportar datos, informaciones o fechas. Se pretende promover valores cívicos, éticos y afectivos en relación con la defensa y protección de los elementos patrimoniales, tanto del entorno cercano del museo o del público al que se dirige el proyecto educativo, como de escalas territoriales mayores, así corno de costumbres y tradiciones que ayuden a la construcción de la identidad cultural de los sujetos, e igualmente de la diversidad cultural, biodiversidad y geodiversidad. Todo ello implica respeto, valoración y empatía con otras sociedades y formas de vida y de relación con la naturaleza, destacando que esta actitud proteccionista y conservacionista no tiene por qué ser contradictoria con la implicación consciente de los ciudadanos en una transformación de la sociedad orientada hacia un desarrollo sostenible también de carácter patrimonial.
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En este sentido, la finalidad básica de la educación patrimonial sería la de facilitar la interpretación social, de forma que los elementos patrimoniales se definan como testigos y fuentes para su análisis, desde los que partir para lograr el conocimiento del pasado y, a través de él, la comprensión de nuestro presente y el origen de posicionamientos futuros. Además, el conocimiento de este legado estimula la conciencia crítica respecto a nuestras creencias y nuestra identidad, así como en relación a otras culturas, poniendo de manifiesto la existencia de valores compartidos con otras sociedades, y ayudando al reforzamiento de la identidad cultural de las personas, como mejor manera de defenderse de las sombras que produce la imparable globalización.
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