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quinta-feira, 8 de setembro de 2016

El Museo Total

Los primeros museos de ciencias mostraban en realidad objetos y especímenes relacionados con la historia natural, también maquinaria y toda clase de instrumentos enclaustrados en vitrinas de cristal. Estos museos tenía la clara misión de construir y conservar colecciones para uso de los científicos e investigadores. En muchos de los centros de ciencias modernos, se muestran experimentos sobre fenómenos reales a los visitantes para que puedan intervenir e interactuar, pero también desde la ausencia de objetos y cierto abuso de los audiovisuales y recursos de información tecnológica.


Cualquiera que sea el tema en el que se centren, un museo de ciencias es una "realidad concentrada", ya sea de objetos o de experiencias. Esta es probablemente la principal característica distintiva de la museología al servicio de las formas de comunicación científica. Para los maestros y profesores, las palabras son el elemento básico de la comunicación; para los libros y revistas, el lenguaje escrito. No hay películas sin imágenes, y no existe radio sin sonido. En un museo convencional, no se producen restricciones en cuanto al uso de la simulación, de modelos, imágenes gráficas o el uso de nuevas tecnologías, pero siempre simulando la realidad, nunca mostrando la realidad como tal. Un museo de ciencias debe ser un espacio dedicado a proporcionar estímulos para llegar al conocimiento del visitante, siguiendo un método y un criterio científico al alcance de todos los públicos. Estas son las bases que hoy resumen las ideas de lo que puede ser el concepto del nuevo museo de ciencias. Esto, si se quiere, es una declaración de una misión cuyo objetivo podría denominarse "el Museo Total".


Este es un concepto que ya está en el aire, como una tendencia real en algunos museos de hoy en día, pero ni los museos de la ciencia del pasado, ni la mayoría de los actuales están en consonancia con él. En principio, para seguir adelante con esta definición, para conseguir la consolidación de estas tendencias, tal vez debería ser creada una nueva forma de museografía. Los museos de ciencias, por lo general, son museos sobre física, donde los experimentos se plantean para que el visitante pueda interactuar con los fenómenos, pero en un contexto de cierta ausencia de realidad, como decíamos. Sin embargo, se da la circunstancia de que la ciencia tiene como objetivo comprender la realidad. Al mismo tiempo, ocurre que la realidad se compone de materia y fenómenos. Los objetos están hechos de materia que ocupa un espacio en nuestro universo, y los fenómenos son los cambios experimentados por esa materia. La tendencia de los museos modernos es sustituir la realidad por la simulación.


Nosotros pensamos que la realidad, los objetos y sus fenómenos, son un insustituible aspecto del museo, una herramienta imprescindible para la difusión de conocimiento. La realidad es un "término museológico". Podríamos ir aún más lejos: un museo es una realidad concentrada. Tal vez esto es lo único que distingue a la museología de cualquier otra forma de comunicación científica. El profesor dispone de la palabra hablada como herramienta básica para la transmisión pública de su conocimiento, a pesar de que cuenta con la ayuda de la palabra escrita, imágenes fijas o, modelos, simulaciones, programas de ordenador para generar virtualidad. Una conferencia puede ser presentada sin imágenes, sin diagramas y sin gráficos, sin necesidad de leer cualquier texto, pero una conferencia no existiría si el conferenciante no hablara. En un museo, no hay límite sobre el uso de simulaciones, modelos, imágenes gráficas o el uso de las nuevas tecnologías, pero sólo como accesorios para enseñar una realidad, nunca sustituyéndola. La realidad los es todo en un museo de ciencias, sin ella dejaría de existir como tal.


En un museo de ciencias no existe prohibición para enseñar, informar, instruir o entretener. Nada de estas formas de mostrar la realidad es una prioridad en sí misma. De hecho, para cualquiera de estos medios existe algo que consigue el objetivo de enseñar, pero de una manera más exitosa y fluida. Un buen profesor y una buena conversación pueden enseñar más y mejor que una visita a un museo. Un buen motor de búsqueda en Internet puede informar mejor. La vida misma es un gran instructor, y cada individuo tiene su propio pasatiempo favorito para el entretenimiento (para algunas personas, por supuesto, es ir a un museo). Entonces, ¿cuál es el verdadero papel del museo como instructor? ¿Cuáles son sus funciones ideales, las que hace mejor que cualquier otro sistema? La respuesta creemos que es evidente: la estimulación. Disfrutar de la diferencia entre el antes y el después. Cuando visitamos un buen museo o una gran exposición, posiblemente nos formulemos muchas más preguntas al salir que cuando entramos. El museo es una herramienta para ese cambio, para la transformación individual a mejor, para que nos cuestionemos si queremos ser mejores personas y, por lo tanto, también para conseguir un buen cambio social. El museo es insustituible en la etapa más importante del proceso cognitivo: el principio. El paso de la indiferencia a querer aprender, a ser mejores personas, a contribuir a que nuestro mundo sea un mejor lugar para la convivencia. Y no hay nada como la realidad para proporcionar ese estímulo. La realidad estimula más que cualquiera de sus representaciones.


Uno de los logros definitivos de la evolución humana es, sin duda, el conocimiento. El conocimiento es la capacidad humana para anticiparse a la incertidumbre de nuestro entorno y adaptarse, muy especialmente, nuestra capacidad para construir conocimiento científico en la mejora de nuestra calidad de vida. Es un conocimiento que parte de la curiosidad que tantos mamíferos muestran en su infancia, pero que sólo los seres humanos como especie mantenemos durante toda nuestra vida. La humanidad ha conquistado el mundo con el conocimiento científico, pero falta estímulo para consolidar ese conocimiento dentro de nuestra sociedad. Tenemos un problema muy serio, incluso grave para las sociedades más desarrolladas. La ciencia, que es la forma de conocimiento que más incide sobre nuestras vidas y que afecta a las decisiones que se hacen a diario en los asuntos que afectan a nuestra calidad de vida y convivencia (energía, la higiene, la salud, la ética de la ciencia, el medio ambiente, la tecnología .... ), se encuentra fuera del área de alcance de la gran mayoría de las personas. Un museo de la ciencia es particularmente adecuado para influir en este punto en particular.


¿Cómo podemos hacerlo? Tendríamos que inventar una nueva museografía: una museografía con objetos que sean reales, capaces de expresarse de una manera cuatro veces interactiva: interacción manual ( "tocar" en la jerga del museo de hoy), interacción mental, interacción cultural e interacción sensorial ("5 sentidos"). Se trata de objetos que cuentan historias, que hablan el uno al otro y para el visitante. Son objetos con eventos asociados, objetos vivos, objetos que cambian. Una cosa es exhibir una roca sedimentaria sin más, y otra es asociar un experimento que muestra el proceso en tiempo real de cómo se formó esa roca. Hablamos también de contextualizar los objetos sobre el escenario de la difusión del conocimiento universal.


¿Cómo evaluamos que las exposiciones realmente proporcionen un estímulo para llegar al conocimiento científico? Los museos generalmente se esfuerzan para mostrar unas buenas cifras de visitantes. Y esto es un mal hábito. El número de visitantes debe preocuparnos, sobre todo si no tenemos, o hay muy pocos. Sin embargo, no dan idea del cambio efectuado en la audiencia. Lo que importa es que una exposición estimule a la gente a leer libros, a que se planteen nuevas preguntas en clase, a que se apague la televisión cuando solo se emitan bodrios (la televisión solo debería servir actualmente para visionar películas y documentales), a que se viaje de manera diferente integrándonos en otros pueblos y respetando la naturaleza, etcétera. Pero, lo más importante, es que el museo sea capaz de generar conversación. Que la exposición genere conversación durante la visita en sí, que genere tertulia durante la primera comida de la familia después de la visita, la conversación con un todo (pensamiento y auto reflexión), la conversación con la naturaleza (observación, experimentación, respeto).


Sin embargo, el conocimiento científico es sólo un tercio del objetivo final. También existe en método. Un buen museo de ciencias no sólo expone una selección de aquellos resultados científicos que son más espectaculares para el público. También debe mostrar el proceso seguido para obtenerlos, y hacer comentarios sobre su fiabilidad y validez. En la ciencia, la crítica del conocimiento es tan importante como el conocimiento en sí mismo. Expresiones como "esto está científicamente demostrado", son una prueba de la falsa imagen que la ciencia transmite de sí misma. La grandeza de la ciencia es que reconoce su ignorancia ocasional (que, precisamente, es la razón de que exista la investigación), que el concepto de error no sea un hecho negativo singular, sino el pan nuestro de cada día. Es especialmente estimulante para un miembro del público encontrarse cara a cara con aspectos de la realidad que desconoce, siendo la ciencia capaz de abrirle los ojos para que descubra un fascinante nuevo mundo.


Un museo moderno debe convertirse en el antídoto para una sociedad dictatorial cuya enfermedad es que "las personas más inteligentes y mejor entrenadas pensarán por ti", o "las decisiones que tenemos que tomar para combatir nuestra actual incertidumbre son dictadas por los textos de nuestras tradiciones más sagradas". Un museo de la ciencia debe invitar a tener un pensamiento individual sobre absolutamente cualquier tema. Una mente humana siempre tiene derecho a construir su propia verdad sobre un principio ajeno, nuestra mente debe ser libre. Hay muchas maneras de transmitir un método científico a partir de los objetos expuestos de manera didáctica y amable para las personas. El ser más honesto y brillante utiliza el humor y la ironía contra sí mismo cuando le llega el momento de la autocrítica. Para reírse de uno mismo el arma más efectiva que los científicos deben usar es evitar la auto santificación, la erudición injustificada, el dogmatismo en su trabajo y salirse del culto a su personalidad. Es por estas razones que el humor es un recurso que funciona muy bien en museografía (y que funciona muy mal, por ejemplo, si es usada en un artículo para una revista científica "sagrada").


Y todavía tenemos que lidiar con un tercer aspecto: el museo como lugar de encuentro para el cultivo de la opinión pública sobre la ciencia. Tal cosa no puede lograrse solo con las exposiciones, pero puede hacerse a partir del planteamiento de actividades. Un museo de ciencias debe tener instalaciones para esto, porque el prestigio ganado con las exposiciones da credibilidad a las actividades organizadas en torno a ellas: charlas, ciclos de conferencias, seminarios, cursos, debates, congresos, reuniones, mesas redondas, teatro, música, cine. Debemos tener en cuenta que existen cuatro áreas sociales con respecto a la ciencia: 1) el área que imagina y crea la ciencia es la comunidad científica (universidades, institutos de investigación, la investigación en las empresas, los aficionados a la ciencia, etcétera); 2) el área social que utiliza la ciencia para la producción (industria, empresas, servicios, etcétera); 3) el área que paga, que se beneficia de la ciencia y que también pueden sufrirla, la sociedad es en sí misma (las personas de la calle); y, finalmente, el área que gestiona la ciencia, como es la administración (los políticos).



El problema es que, en general, no existen espacios donde dos de estas áreas puede debatirse al mismo tiempo sin tener la sensación de estar en fuera de juego. Pues bien, todos estamos de acuerdo en que las cuatro deberían estar en el centro de atención de un buen museo de la ciencia. Por ejemplo, pensemos en la sociedad frente al sector de la producción: para una editorial científica, no es lo misma presentar un libro en sus propias instalaciones, que en un hotel o en un museo de ciencias. Otro ejemplo, es el de la comunidad científica frente a la sociedad: no es lo mismo hablar de la calidad de las aguas del Mediterráneo en la universidad, que en la sede de Greenpeace, o en un museo de ciencias. Otro más, la comunidad científica frente a sí misma: no es lo misma debatir el concepto de progreso en la facultad de física, en un foro científico, que hacerlo en un buen museo de ciencias.


Para decirlo de otra manera, la atmósfera creada por las exposiciones suele ser garantía de neutralidad y objetividad para todos los actores implicados. Actualmente, en Europa, tenemos cincuenta millones de visitantes en los museos de ciencias al año. Muchos de estos museos ni siquiera tienen un auditorio para 100 personas. Pero las cosas pueden cambiar. Estamos en presencia de un germen muy interesante en la opinión científica debido a que los museos comienzan a formar parte de una red, de un todo. Todo lo que falta es convencer a todos los museos de que las actividades se planteen y se hagan entre sí y para todos. Un debate en París podría seguirse en directo desde cualquier otro lugar con la posibilidad de intervenciones en tiempo real y en varios idiomas. ¿Por qué no diseñar un programa de actividades a nivel europeo o mundial? ¿La globalización no es un reto para este siglo? Podemos hacerlo muy bien y se puede hacer muy mal. Pero se da la circunstancia de que la ciencia ya está globalizada o, en todo caso, es la forma más globalizada de conocimiento. El museo de ciencias es una herramienta para la generación de conocimiento y del método científico, sobre la base de la idea de un sistema democrático, para que se convierta en una buena contribución a la sociedad.


Esta es la propuesta que nos gustaría plantear: Un museo de ciencias proyectado a partir de la belleza y de la inteligencia para convertirse así en un espacio de enorme interés social. Su público será totalmente universal, no solo aquel con intereses de corte científico. La razón se justifica sobre la definición inicial, porque las emociones, sensaciones, objetos reales y eventos reales son "palabras" que no tienen edad, no ocupan espacio físico y no tienen clase social o nivel cultural alguno. Que esta reflexión de hoy pueda servir para presentar un concepto de museo que, en virtud del alcance de su ambición, podríamos denominar "el Museo Total". En el futuro haremos un análisis más detallado de las propiedades y conceptos que lo definen.




* Algunos archivos multimedia no se muestran en este correo electrónico pero se pueden ver en el sitio web.




Fonte: @edisonmariotti #edisonmariotti


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