Hoy vamos a proponer una serie de referencias (indicadores) que consideramos imprescindible tener en cuenta para conseguir nuestros objetivos de excelencia en el museo. Vamos allá…
Acogida: está relacionada con lo que ha venido a denominarse atención al visitante y más concretamente con el recibimiento o la hospitalidad que se ofrece en un museo. Es fundamental cuidar este ámbito de la gestión de nuestros públicos, hay que velar para que el visitante, desde que entra por la puerta del museo hasta que sale, reciba un trato agradable y atento por parte de todo el personal del museo. En este sentido, hay que transmitir esta filosofía de trabajo a todos los profesionales que tienen contacto con el público, desde recepción, pasando por consigna, vigilancia, guías, personal de cafetería y/o restauración y limpieza. Para conseguirlo, será necesaria la creación de unos protocolos de organización interna que sean la base de una formación práctica e imprescindible para todos los trabajadores del museo.
Accesibilidad: los proyectos arquitectónicos y museográficos no suelen tener en cuenta habitualmente a la diversidad de usuarios que tienen los museos, ya que suelen primar la estética antes que la funcionalidad. Cuando se diseña la infraestructura del edificio hay que tener muy claros los conceptos de movilidad y accesibilidad del proyecto. Cuando hablamos de este último término nos solemos referir a aquellos visitantes con alguna discapacidad física o psíquica que necesitan de algún recurso para llevar a cabo la visita. En este sentido, habría que ampliar el término cuando hablamos de niños pequeños, ancianos, mujeres embarazadas… Hay que poder acceder por todas la salas, pero también tener un fácil acceso al discurso museográfico. No solo hablamos de barreras arquitectónicas sino de las barreras que muchas veces sin darnos cuenta se ponen en la conservación preventiva de los objetos expuestos por un exceso de celo. Siempre hay que buscar y ofertar diversos niveles de lectura para que todos los miembros de la sociedad puedan acceder al patrimonio que los museos conservan.
Participación: se refiere a las posibilidades que ofrece el museo para la participación de los diferentes públicos en el discurso y el funcionamiento de algunos ámbitos del mismo. La idea consiste en el hecho de romper barreras que limitan la participación de la comunidad en el museo, haciendo de él un elemento «estanco», aislado de los intereses de la sociedad a la que dirige su discurso. Nina Simon, en su libro sobre el museo participativo, The Participatory Museum, habla de cómo convertir una institución cultural en un lugar de compromiso participativo basándose en tres valores institucionales: el deseo por la participación de personas externas al museo, por la confianza en las habilidades de estos y por la capacidad de respuesta a las acciones y las contribuciones generadas por estos «participantes».
Rapidez: hay públicos que requieren una visita ligera, sin profundizar demasiado. Se busca una experiencia agradable que ocupe un espacio de tiempo determinado, dedicado al ocio. El museo debe ofrecer itinerarios que permitan disfrutarlo de manera dinámica, ofreciendo una selección de los ámbitos estrella pero sin profundizar demasiado. Bien enfocado, puede ser un aliciente para una nueva visita.
Economía: la política de tarifas del museo debe ser lo suficientemente flexible para adaptarse a las necesidades de los diferentes públicos del museo. Hay públicos como los niños, los escolares o las familias, así como grupos vinculados a alguna ONG, que deben beneficiarse de una discriminación positiva a nivel de precios. El asunto de la gratuidad es un debate difícil de abordar y que, en nuestra modesta opinión, debe hacerse exclusivamente con colectivos muy concretos que, si no es de esta manera, tendrían vetado su acceso al museo. Con el resto de público hay que contemplar una tarifa asequible que ayude a valorar el patrimonio que expone el museo, sea cual sea. Para grupos más o menos numerosos se puede optar por la bonificación de una parte de la entrada, ya que sobre todo los grupos escolares y turísticos son un activo que nos interesa cuidar.
Autonomía: nos referimos a aquellos públicos que, para visitar el museo, no requieren de elementos de acompañamiento y soporte en la visita. Suelen ser visitantes que ya conocen los servicios del, museo en cuestión porque lo han frecuentado más de una vez, conocen el escenario, las colecciones y los servicios que se ofrecen. Sin embargo, para los que lo visitan por primera vez, es necesaria alguna ayuda que permita descubrir el museo con un mínimo de garantías. Son muchos los museos que se visitan una única vez en la vida, por motivos de lejanía o interés, y aunque uno se mueva como pez en el agua en un museo, siempre se necesita de algún tipo de soporte que ayude a orientar la visita: audioguías, signoguías, folletos explicativos, puntos de interpretación, cartelas comprensibles y una buena señalética que permita al visitante moverse por todo el edificio de manera autónoma sin perderse.
Confort: este indicador suele ser la gran asignatura pendiente en la mayoría de museos en todo aquello referente al bienestar y comodidades. Difícilmente podemos lograr crear un ambiente agradable en el museo que permita con-tentar a todo el mundo, pero hay una serie de quejas constantes que suelen aparecer en la mayoría de los libros de visita o encuestas que se realizan a los visitantes. La primera y más importante de todas: las pocas áreas de descanso, bancos o pequeñas áreas destinadas en algunas de las salas que permiten al visitante descansar el tiempo necesario para continuar la visita en condiciones y a su vez tener tiempo para asimilar lo que está viendo. Suelen ser los ancianos y las personas con alguna discapacidad física los que demandan más este tipo de servicio. Otra queja usual suele ser la iluminación, sobre todo en aquellos museos que conservan colecciones de pintura e indumentaria, ya que con frecuencia, por requerimiento de los conservadores, algunas de las salas se encuentran casi a oscuras, generando en algunos casos problemas de movilidad y visibilidad.
Calma: puede haber gente que crea que ha pasado a la historia la imagen del museo corno espacio caracterizado por la calma y la tranquilidad, donde el visitante disfrutaba de la experiencia con la obra de arte casi a solas. Hoy el objetivo principal de los museos, sean públicos o privados, es conseguir el mayor número de visitantes posible. Para mantener un museo hace falta dinero y este solo se consigue con los ingresos que provienen de las entradas, el alquiler de salas para eventos, el merchandising y la cafetería. El museo del siglo XXI es una industria cultural que para su supervivencia tiene que adaptar sus objetivos en función de las necesidades de su público.
Para satisfacer este indicador, que sobre todo conviene a museos «estrella» con altos índices de frecuentación, proponemos ofrecer información sobre qué días y horas son los más adecuados para visitarlo con poco público. Teniendo en cuenta que las puntas de frecuentación se producen entre semana en horario escolar y el fin de semana por el turismo, no resulta difícil acotar los horarios de baja intensidad de visitas.
Seguridad: este indicador puede variar su consideración dependiendo de a qué departamento del museo le planteemos la siguiente pregunta: ¿qué aspectos de la seguridad deben prevalecer en un museo? Hagan la prueba y verán que, si les contesta un conservador o restaurador, lo enfocará desde la perspectiva de la protección y conservación de las obras de arte: vitrinas, alarmas, conservación preventiva de la obra de arte, etcétera. Si, en cambio, le preguntamos a un educador de museo o a un responsable de programas de públicos, la respuesta irá dirigida al establecimiento de las medidas adecuadas para garantizar la seguridad de los usuarios, tanto visitantes como trabajadores, desde que entran en el recinto hasta que lo abandonan.
En este ámbito una vez más hay que volver al asunto de la movilidad: es necesario evitar todas aquellas barreras arquitectónicas que puedan producir accidentes tales como rampas, escaleras, superficies deslizantes, bordes, cantos afilados, barandillas, etcétera, así como proporcionar una iluminación adecuada que acompañe al visitante en su recorrido y que no sea nociva para la conservación de la obra de arte. Y por supuesto, todo lo referente a limitar el acceso de aquellos objetos que puedan deteriorar de manera involuntaria o no algún objeto de la colección, siendo necesario habilitar un buen servicio de consigna y guardarropía (para que los usuarios se habitúen a utilizarla, esta debería ser gratuita).
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